Una investigación realizada por especialistas académicos del Centro de Ecología Integrativa de la Universidad de Talca permitió develar la existencia de serie de alimentos que podrían subsistir en las condiciones ambientales del planeta Marte.
Se trata del cultivo de tomates y lechugas en el desierto de Atacama, territorio del norte de Chile donde habitan una serie de microorganismos que en opinión de los expertos, son “capaces de proliferar bajo condiciones extremas”, precisamente las que podrían permitirles “tolerar las condiciones” que se presentan en Marte.
Los primeros hallazgos de la investigación
Este proyecto multidisciplinario, enfocado en la investigación de la agricultura espacial, ha logrado resultados positivos al punto que tales alimentos bien podrían soportar las condiciones ambientales que presenta el planeta Marte.
“Los primeros resultados son muy alentadores, ya que hemos visto que cuando están presentes estas metacomunidades microbianas ancestrales, las plantas podrían crecer, desarrollarse e incluso producir algún tipo de fruto y, en algunos casos, la calidad desde el punto de vista nutricional es mucho mayor, lo que abre una ventana a que podamos desarrollar agricultura espacial”, destacó Marco Molina, director del Centro de Ecología Integrativa e investigador líder del proyecto en la universidad talquina.
Para constatar el éxito en dichos cultivos de tomates y lechugas, el equipo interdisciplinario a cargo de la investigación construyó cámaras de uno por dos metros que simulan las condiciones de Marte, con una regulación de temperatura que fluctúa entre los -60°C a los 40°C, una condición atmosférica saturada en dióxido de carbono -casi sin oxígeno-, sin nutrientes, ni agua.
Además de estas condiciones, también se aplicó una radiación ultravioleta del tipo C, que genera un alto efecto negativo sobre el material genético. Condiciones que, apunta Molina, fueron bien soportadas por ambos cultivos. “Logramos generar comunidades sintéticas, es decir, utilizamos los mejores individuos, los pudimos mezclar, ver si se toleran entre ellos y si es que pueden convivir”, contó.
“Diseñamos en base a lo que nosotros queremos que ejerzan en la planta y seleccionamos nuestros mejores cultivos”, agregó el investigador.
Los científicos desarrollaron una simbiosis entre los microorganismos del desierto de Atacama y cultivos como lechugas y tomates, además de otros, como espinacas y acelgas.
“Ahora estamos empezando de a poco a bioprospectar quinoa, ya que es un alimento funcional y posiblemente uno de los mejores del punto de vista nutricional”, indicó Molina, quien explicó que además están probando con una variedad de lechuga que con estos microorganismos “aumenta cuatro veces la vitamina C y también el contenido de calcio, evitando la descalcificación en los viajes espaciales, que se produce mucho al haber microgravedad”.
Cabe destacar que esta investigación forma parte de un proyecto Fondecyt de la casa de estudios, cuyos objetivos apuntan al asegurar la producción alimentaria para la subsistencia de los seres humanos y probar cultivos que podrían desarrollarse fuera de la Tierra.
“Chile como potencia agroalimentaria debiese dar los siguientes pasos en el sentido de largo aliento, no solamente ver cómo podemos lidiar con el cambio climático, sino que también pensar en los siguientes 50 años cuando los viajes espaciales cada vez sean más frecuentes”, finalizó.