- Comunicador multifacético, experto en marketing y redes sociales y emprendedor por naturaleza.
Este miércoles las mujeres salieron a protestar con un pañuelo verde. Volvieron a tomarse la Alameda. En el año en que ellas han tomado las riendas de los debates, las discusiones y los espacios que antes les parecían vedados, la discusión del aborto es, además, de un asunto de salud pública (y de la cantidad de cinismo en que se incurre a la hora de dialogarlo), un nuevo ítem en lo que es esta avanzada que deja offiside a hombres adictos al pasado y al poder y a cómplices de todas las formas y colores.
El aborto no es el tema en sí mismo. Es sobre la confianza y la autodeterminación de las mujeres de nuestro país. Es que la sociedad no decida en su conjunto por ellas. Reducir el debate al aborto es mezquino, porque al fin y al cabo los temas van más allá: tienen relación a cuánto ganan, a dónde enfocan sus relaciones, a qué pueden llegar a ser. Es ofensivo disfrazar de mensajes tipo tarjeta Village esa reflexión sobre las mujeres, sólo vistas como un propósito para engendrar y por tanto ofenderlas desde ese lugar, instalarlas y no hablar con ellas.
Son ellas las que tienen que decidir. Son ellas las que mandan sobre sus cuerpos y al que le cueste, van a terminar perdiendo la batalla de la historia.
Hay mucho instinto de mantener todo esto en su lugar. Para ello, se utilizan las m´ss diversas estructuras: el clasismo (porque no está bien visto) o el machismo (porque para algunos las mujeres son sólo de ellos) y al final, la trampa que significa nacer y morir en Chile. Una trampa donde, finalmente, a los que tienen más no les importamos demasiado. Sólo somos o su épica para instalar sus campañas o un número para sus informes de ministerio, donde por supuesto recomiendan no invertir en nosotros (nosotros, somos el país) o por supuesto hacer bingos para reparar cosas que la verdad debería tener alguna herramienta el Estado para ayudar.
Pero no. Por eso es tan inspirador el debate del pañuelo verde. Por eso empuja a tanto. Por eso, invita a repensar nuestra posición como hombres. Los debates que cambian cosas, a mi parecer, son los más entretenidos. Hay quienes sólo quieren conservar todo y pensar desde su mirada a los otros y tratar de mantenerlos cortos en esa ruta y misión. Tratar de controlar los detalles, las personas, los amores, las libertades, las pasiones, para que todo se mantenga en esa falsa paz. El pañuelo verde irrita y llama a otra conversación que no quieren tener los que nunca quieren tener conversaciones porque los desafían a mirarse a sí mismos y al otro, que quieren controlar, pero la verdad, jamás podrán controlar. Por eso, se van a vivir a su islandia, donde mienten lo que hacen, donde toman ventaja, donde escriben sus memorias en papeles cuché que poco se lee y definen un mundo que siempre está a un paso de caerse. El mundo de antes. El mundo donde pedir permiso era mejor que pedir perdón. El mundo siniestro. No como el que viene. Un mundo de mujeres, más fuerte y hermoso.
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