- Periodista especializado en cine, programador de Sanfic y comentarista en Radio Cooperativa.
En 2015, comentando en estas páginas «Misión: Imposible-Nación secreta», quinta entrega de la saga de películas surgida hace ya 22 años a partir de la clásica serie de TV, dije que a pesar de ser entretenida y efectiva, personalmente me había sido inevitable percibirla con una cierta sensación de déjà vu y que era legítimo preguntarse cómo los productores podrían desarrollar algo nuevo o fresco en futuras entregas. Tres años después, ahora que llega a la cartelera la sexta película, «Misión: Imposible-Repercusión», recibida con mucho entusiasmo por la crítica internacional, no me queda más que hacer un mea culpa, y reconocer que el resultado está muy bien logrado.
Escrito y dirigido, al igual que el anterior, por el estadounidense Christopher McQuarrie, ganador del Oscar al mejor guión original por «Los sospechosos de siempre» y quien se convierte en el único cineasta que ha estado al frente de dos episodios de esta franquicia que ha sabido convocar un contundente listado de realizadores (antes de McQuarrie estuvieron Brian De Palma, John Woo, J.J. Abrams y Brad Bird), el filme sigue siendo un excelente sucedáneo de otra popular saga de espías, la de James Bond, con sus dosis de acción, suspenso y efectos especiales en medio de vistosas locaciones de distintos puntos del mundo.
Dinámica y llena de energía, vuelve a contar con su emblemático y eficaz protagonista -¡increíble que Tom Cruise ya tenga 56 años!-, acompañado una vez más por el Luther de Ving Rhames -el único otro actor que ha estado en las seis entregas- y con unos cuantos regresos que incluyen a figuras como Simon Pegg y Alec Baldwin, destacando la incorporación de Henry Cavill como un severo agente de la CIA que acompañará al equipo en su nueva misión. Con dos horas y media de duración, ésta es la más larga de todas las «Misión: Imposible», pero el espectador ni lo notará: con el apoyo fundamental del mismo montajista de la anterior, Eddie Hamilton, McQuarrie garantiza que la acción sea trepidante y la tensión y el suspenso están muy bien manejados, sin perder la oportunidad de dotar de carácter y emoción a los dilemas internos y personales del protagonista. Entretención e intensidad aseguradas.
A la deriva
Tal como hace tres años en «Everest», el realizador islandés Baltasar Kormákur aborda una historia real de supervivencia en condiciones naturales extremas, en este caso una pareja que en 1983 se vio abandonada a su suerte durante más de un mes cuando el yate en que viajaban fue dañado por el paso de un huracán. Y nuevamente consigue ser más efectivo en la visualidad de los embates de la naturaleza y en las situaciones de riesgo físico, que en la descripción de la historia sentimental de los protagonistas, contada acá a través de frecuentes saltos en el tiempo que hacen más irregular el desarrollo de la trama, que de todos modos puede emocionar al público. Puntos a favor: la buena y entregada actuación de Shailene Woodley, y la fotografía del prestigioso Robert Richardson, ganador de tres Oscar y quien ha brillado con cineastas como Tarantino y Scorsese.
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