- Secretario Ejecutivo de la Agencia de Calidad de la Educación
Cuando las personas emigran, entran a un país distinto, a un terreno nuevo donde las relaciones y los vínculos empiezan desde cero. En esta situación, el colegio no debe hacerse invisible, sino que, como institución que traspasa valores de convivencia, debe aportar una mirada reflexiva y empática con los estudiantes y sus familias.
Teniendo en cuenta esto, según un estudio de la Superintendencia de Educación, debemos evitar el riesgo de que aparezca la guetificación en los establecimientos, es decir, el aislamiento de los estudiantes, la separación y el no vínculo activo entre los chilenos y los extranjeros, como se ha dado en algunos casos.
En tal sentido, hay que replantear lo importante que son las prácticas de convivencia escolar, ya que éstas potencian los vínculos interpersonales, la valoración del otro e incluso los mismos aprendizajes de los alumnos cuando se trabaja no sólo con ellos, sino también con profesores y apoderados, de manera transversal. Por eso conocer la cultura y las creencias de otros pueblos, a través de la organización de ferias, el conocimiento o práctica de los bailes típicos, la comida, e incluso con actividades como el deporte y la música ha sido un tremendo avance no sólo para los estudiantes extranjeros, sino también para los chilenos.
Es importante señalar que los colegios que han trabajado durante más tiempo con estudiantes extranjeros en esas y otras prácticas, hoy ya se plantean cómo desfolclorizar la convivencia y avanzar hacia un diálogo más intercultural que permee el currículo para que estas prácticas tengan un real impacto en el aprendizaje, con sentido.
Por otro lado, desde la política pública, en el contexto municipal parece ser clave en términos de convivencia, planes como las “Escuelas abiertas”, en el que los establecimientos abren sus dependencias para que la comunidad los habite con actividades e instancias de participación fuera del horario escolar, puesto que en rigor, tiene que ver con retomar el sentido último de la escuela, que en su esencia es ser abierta a todos, para transformarse en un centro de encuentro. Estas iniciativas constituyen un valioso recurso de actividades culturales, recreativas y educativas, donde se fomenta lo colectivo y el apoyo mutuo entre los distintos integrantes de la comunidad.
El esfuerzo, por tanto, debe estar focalizado en garantizar el aprendizaje integral y el bienestar de todos los niños, independiente de su origen. Así es posible que prevalezca la valorización de la diversidad, un concepto fundamental para erigir una sociedad más justa y solidaria. En otras palabras, construir juntos la convivencia global del siglo XXI.
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