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Lúcumo y lucumillo: los arbustos nativos que están en peligro crítico por la extinción de la megafauna y el clima desértico

Hace miles de años florecían, cuando el clima del país era tropical y grandes mamíferos comían sus frutos, pero su población ahora se redujo a niveles alarmantes.

Hace más de 10 mil años, las cosas eran bien distintas para las plantas y animales del país. Eso lo saben el lúcumo y el lucumillo, dos arbustos chilenos nativos testigos de cuando Chile tuvo alguna vez un clima tropical y que por estos días están a un paso de cimentar su extinción.

Si bien ambas especies se confunden, porque son arbustos que superan el metro y medio y sus frutos rojos son relativamente similares, son de familias distintas. Se podría decir, sin embargo, que ambas están perdidas en el tiempo, y como fiel vestigio de algo que ya fue, el cambio climático, la intervención humana y la extinción de la megafauna, los está sentenciando.

Las pequeñas poblaciones de lucumillo sólo se encuentran en la región de Coquimbo, en una pequeña franja costera de 83 kilómetros cuadrados, desde la Estaca hasta Chungungo. Lo mismo con el lúcumo, que habita entre el sur de la Cuarta Región y en sectores de Valparaíso. Es por eso que investigadores piden que se declare a ambas especies “en peligro crítico de extinción”, antes de que sea demasiado tarde.

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Andrea Loayza, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), investigó la supervivencia de ambas especies y pretende levantar la moción para decretar el riesgo extremo de que desaparezcan. «Ambas tienen un problema natural y otro antrópico. Se distribuyen en sectores costeros, en todo el área que se está urbanizando.Las que están más al sur son las más expuestas a la pérdida de hábitat», dice la doctora en biología.

Según explica la académica de la Universidad de la Serena, el lucumillo y el lúcumo se remontan desde que «Chile era un bosque tropical». Por lo mismo, el déficit de lluvias actual, acentuadas por el cambio climático, les hacen un flaco favor. «Uno de los grandes problemas es que tienen ‘semillas vivas’. No es que se depositen en la tierra y germinan cuando caen lluvias, sino que se secan en unas semanas si no reciben agua», explica.

Se estima que hace varios miles de años, animales como el milodón o la macrauchenia, comían sus frutos y dispersaban sus semillas. Eso era una ventaja, dado que podían trasladarlas por largas distancias y en grandes cantidades. «Cuando se extinguió la megafauna, hay otros animales chicos que toman el rol y en este caso son roedores», indica Loayza.

Eso lo constató en una investigación con cámaras trampa, donde ratones y zorros chillas eran quienes preferían sus frutos. Al parecer eso no alcanza, ni tampoco ayuda el hecho de que sus frutos dulces tampoco sean aprovechados por los humanos.

Todo ese clima adverso hace urgente una intervención. «Lo más importante es conservar el hábitat, más que plantar», explica la experta. Por lo mismo busca que que la moción para decretar su peligro de extinción sea crítico, e implementar un plan de conservación para el lucumillo en la franja costera de Coquimbo y Los Molles, donde se concentra el lúcumo.

«Son plantas que viven 200 años. Es crucial salvar las plantas adultas  que producen frutos todos los años; y las poblaciones grandes, para conservar la diversidad genética», afirma Loayza.

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