La relación de Chile con el espacio es de dulce y agraz. La corta carrera espacial nacional, según los entendidos, pasó de un prometedor inicio a fines de los 90 y principios del nuevo milenio, a un letargo que tiene hoy al país dentro de los peor posicionados en el barrio respecto de su capacidad satelital.
En el Museo Nacional Aeronáutico de Cerrillos, ayer se aprovechó de conmemorar el aniversario número 50 desde que el hombre pisó por primera vez la Luna. La instancia, sin embargo, tenía la intención de ser el lanzamiento oficial del Programa Nacional Espacial, que lidera la Fuerza Aérea de Chile.
En la ceremonia, estuvo a la cabeza el comandante en jefe de la FACh, Arturo Merino Núñez; además del respaldo del Colegio de Ingenieros, la Asociación Chilena del Espacio (Achide) y la Universidad Federico Santa María. Su fin, eso sí, no era otro que proponer una hoja de ruta para volver a impulsar al país en su propia odisea espacial.
Resulta que Chile en 2001 era el tercer mayor exponente sudamericano de poderío satelital. Sin embargo, en menos de 18 años, al menos tres países del vecindario se le adelantaron.
«Nosotros hoy tenemos el Fasat Charlie, que fue lanzado en diciembre del 2011. Su vida útil nominal era de 5 años. Eso ocurrió en 2016, ya vamos para los 3 años de sobre vida. Más temprano que tarde se terminará», advierte Héctor Gutiérrez, presidente de la Asociación Chilena del Espacio.
En efecto, el satélite militar de observación, junto al nanosatélite experimental Suchai de la Universidad de Chile, son por estos días los únicos ojos del país desde el espacio.
Al debe
«La capacidad de los países en lograr competencia en el ámbito espacial y satelital van a ser claves en lo que será el poder del Siglo XXI. Chile debe generar capacidades propias y sus propios satélites, porque cada vez que compramos uno de afuera, estamos externalizando nuestros datos y soberanía”, planteó el senador Guido Girardi, quien estuvo ayer en Cerrillos.
Junto con eso, el presidente de la Comisión Desafíos del Futuro del Senado, aprovechó de cuestionar la no presencia de representantes de La Moneda en el lugar, pese a la invitación, lo que consideró como «lamentable».
Por ahora, el plan nacional espacial contempla la pronta licitación internacional del nuevo satélite observacional que reemplace al Fasat Charlie, cuestión que, luego del anuncio presidencial en la cuenta pública, podría ocurrir en septiembre.
Los otros dos ejes del plan, según cuenta la Achide, contempla el acceso a una constelación de satélites. Eso quiere decir dos cosas: contratos para tener acceso a la capacidad de observación de diferentes satélites que ya están en órbita, además de una estrategia para impulsar la fabricación propia de nano satélites, como etapa inicial.
Gutiérrez, que participó en los tres proyectos Fasat que Chile lanzó al espacio, dice estar «esperanzado con este plan que toma la posta de algo que estaba en el olvido». Eso, porque como experto, dice haber sufrido como Chile empobrecía su capacidad espacial respecto a sus pares.
«Hoy estamos sextos en Sudamérica. Brasil y Argentina siempre fueron los primeros, pero países como Perú, Venezuela y Bolivia ya nos superamos. Todos ellos tienen agencias espaciales civiles», advierte.
Al otro lado de la cordillera, por ejemplo, ya está en carpeta un tercer satélite de telecomunicaciones, que llegan a costar 300 millones de dólares. Brasil, por su parte, ya ha lanzado 20 satélites desde su agencia, sin contar los proyectos privados. En ambos casos, sus agencias tienen presupuestos de US$58,2 millones y US$79,6 millones respectivamente.
«Perú lanzó en 2016 un satélite con la capacidad óptica pancromática de 70 centímetros, mucho más sofisticada que los 1,45 metros del Fasat Charlie. Tenemos un problema ¿cuál es la organización civil? Esa tiene que ser una agencia espacial, que le corresponde por ley crearla al nuevo Ministerio de Ciencias y Tecnología», afirma el presidente del Achide.
Constelación
La Universidad de Chile, pionera con el Suchai1 en la manufactura de nanosatélites, lleva adelante un proyecto junto a varias universidades para lanzar toda una constelación de ojos en el espacio. El proyecto, hace meses, fue presentado al Presidente, y considera al menos el lanzamiento de 9 nanosatélites, todos hechos en Chile.
Sin embargo, esa iniciativa no es la única. Desde enero de este año se lleva formalmente adelante el proyecto UMSAT, liderado desde la Universidad Mayor por el profesor Iván Ramírez.
Si bien plantea la construcción modular de 3 cubesat, algo similar a lo que lleva adelante la U. de Chile, ha suscitado el interés porque apuesta por el control del IoT (internet de las cosas) desde el espacio. «Esto sólo lo está haciendo Australia como experimento, y es inédito en Latinoamérica», explica Ramírez.
Lo que comenzó como un taller universitario, hoy está muy bien perfilado para conseguir pronto su lanzamiento. «Firmamos el acuerdo hace 2 meses con una empresa inglesa. En términos de plazo, me di como máximo hasta 2023, aunque la empresa quiere lanzarlo a mitad del próximo año», cuenta el ingeniero.
Dentro de su casa de estudios, que le facilitó los fondos, armó un consorcio de centros de investigación para ver qué llevar al espacio. «Se barajan aplicaciones de observación a la tierra; otro centro quiere un experimento de activación bacteriana e incluso la fuerza aérea de Estados Unidos está interesado en financiar para instalar micropropulsores, que serían inéditos en este tipo de módulos», explica Ramírez.