Este martes Francisco cumple cinco años del pontificado para el que fue elegido como Papa el 13 de marzo de 2013 por los cardenales electores del Cónclave reunido en la Capilla Sixtina.
Para el primer papa argentino -y latinoamericano-, fueron cinco años muy activos, con sorpresas, claroscuros y ausencias.
El tiempo, pero sobre todo los gestos de Francisco fueron dejando en claro la propuesta y las huellas que el primer papa latinoamericano deseaba establecer como impronta a su gestión, pero también tuvo que encarar importantes desafíos, entre ellos los escándalos por abusos sexuales y una dura disidencia interna que se resiste a toda reforma.
Desde su elección, el Papa Francisco ha comprometido a los aproximadamente 1.200 millones de católicos e innumerables no católicos en todo el mundo con su charla franca e inclusiva sobre temas tan diversos como la pobreza y la homosexualidad . De hecho, muchos observadores parecen confundidos por la aparente disposición de la iglesia a reconsiderar las tradiciones con respecto a algunos temas polémicos, como el divorcio.
Los grandes ejes administrativos, como la transformación de la Curia, la reforma económica o la lucha contra los abusos a menores, han encontrado constantes resistencias a lo largo de estos cinco años.
Sin embargo, Francisco ha trazado la línea para extender el pleno sacerdocio a las mujeres. Los católicos devotos han hablado con valentía en ambos lados de este tema. Pero, esa puerta, Francisco ha dicho en repetidas ocasiones, «está cerrada».
Como erudito especializado tanto en la historia de la Iglesia Católica como en los estudios de género , creo que el rechazo de Francisco proviene de su falta de voluntad para desafiar una doctrina católica fundamental conocida como «sucesión apostólica».
La Iglesia Católica ha sido históricamente reacia a violar esta doctrina.
Abusos sexuales
Los casos de pederastia y la incapacidad mostrada hasta ahora por la jerarquía católica para acabar con esta lacra han abierto una herida en la relación con la Iglesia.
En concreto de muchos chilenos, ante la polémica visita al país, por la defensa pública del obispo chileno de Osorno, Juan Barros, acusado de haber encubierto casos de abusos sexuales, y sobre todo su pedido de pruebas a las víctimas, lo que ensombreció en demasía su visita en enero pasado a Chile, de tal manera que los tres días pasados por Jorge Mario Bergoglio en Santiago, Temuco e Iquique fueron los más difíciles de todas sus estancias en América Latina.
Ante el desconcierto generado, el Papa decidió revisar el caso, pedir disculpas públicas y enviar a un investigador especializado, un gesto calificado de valiente y poco común para un pontífice.
«Las intenciones del Papa son buenas, pero no se transforman en acciones», resumió la irlandesa Marie Collins, símbolo internacional de la lucha contra la pedofilia, quien renunció hace un año, indignada, a formar parte de la comisión vaticana encargada para combatir los abusos sexuales en la Iglesia y que Francisco acaba de renovar.