Las negociaciones de paz para Siria se reanudan en Ginebra este miércoles, cuando en el terreno la tregua corre el riesgo de romperse y el régimen organiza elecciones legislativas en las regiones que controla.
Este nuevo ciclo de diálogo, que debería durar unos 10 días, se produce tres semanas después de una primera ronda en la que no se registraron avances importantes.
«La próxima fase de las conversaciones de Ginebra será crucial» porque «nos concentraremos en la transición política, la gobernanza y los principios constitucionales», advirtió el lunes en Damasco el mediador de la ONU, Staffan de Mistura.
El régimen y la oposición están divididos sobre la cuestión de la transición política, porque esta última exige la creación de un cuerpo ejecutivo dotado de todos los poderes y del que estaría excluido el presidente Bashar al Asad. El régimen, por su parte, pide un gobierno ampliado a miembros de la oposición bajo la presidencia de Asad.
La reanudación de las conversaciones coincide con las elecciones legislativas que el régimen organiza el miércoles en las zonas bajo su control.
Mas de 11.000 candidatos concurren a estos segundos comicios desde el inicio de la guerra en 2011, tachados de «ilegítimos» por la oposición dentro y fuera de Siria, así como por Occidente.
Los colegios electorales abrieron a las 07H00 locales (04H00 GMT) y cerrarán a las 19H00 salvo si la comisión electoral decide ampliar el horario «debido a la afluencia».
De Mistura expresó el martes ante el Consejo de Seguridad su preocupación ante la escalada de los combates en Siria, que amenaza la reanudación de las negociaciones, según diplomáticos.
En una videoconferencia desde Teherán, deploró «un aumento del nivel de violencia», en particular en Hama, Damasco y Alepo.
La tregua parece cada vez más frágil en Siria, donde régimen y yihadistas se preparan para una batalla decisiva en la provincia septentrional de Alepo.
Washington, París y Teherán ya han mostrado su inquietud ante la reciente intensificación de la violencia y por una posible violación del alto el fuego instaurado por estadounidenses y rusos el 27 de febrero.
El director del Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH), Rami Abdel Rahman, habló de «un recrudecimiento notable de las operaciones militares, en particular en la provincia de Alepo, en comparación con el mes de marzo».
– ‘La tregua dio esperanza’ –
Mientras tanto siguen los combates en varios puntos de la autovía que une Alepo y Damasco, por un lado entre tropas del régimen y yihadistas de Al Qaida, y por otro entre varios grupos rebeldes.
La provincia de Alepo, cuyo control se reparte entre el régimen, los rebeldes, los yihadistas y los kurdos, «tiene la llave de la paz o de la guerra en Siria», según Rahman.
Ni la filial siria de Al Qaida, Al Nosra, ni el grupo Estado Islámico participan en la tregua negociada, pero la primera combate junto a rebeldes del centenar de grupos insurgentes que sí han firmado el alto el fuego.
Los barrios rebeldes de la ciudad fueron bombardeados por aviones del régimen el lunes, aunque después del cese de las hostilidades, el número de ataques había descendido visiblemente.
El martes no hubo ataques, pero la gente expresó temor.
«Huí a Turquía en 2014 con mi familia tras los mortíferos ataques contra el este de Alepo. Regresé tras la entrada en vigor de la tregua, pero ahora temo el mismo escenario» confió Abu Mohamad, un habitante de 38 años.
El primer ministro sirio, Wael al Halqi, advirtió el domingo que el régimen y sus «socios rusos» estaban dispuestos a lanzar una ofensiva para recuperar la totalidad de Alepo.
«Todo el mundo debe concentrarse en Al Nosra y Dáesh [acrónimo árabe del EI]», afirmó, en alusión a los insurgentes no yihadistas.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) advirtió que las entregas de víveres para la población atrapada en el conflicto pueden interrumpirse brutalmente si se reinician las hostilidades.
«El alto el fuego (…) dio a la población mucho más que un simple acceso a los mercados, les dio un acceso a la ayuda. Les dio esperanza», declaró a la AFP el número 2 del PMA, Matthew Hollingworth. «Y el final del alto el fuego acabaría con esa esperanza».
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