La dependencia exagerada de nuestro aspecto nos aleja de las actitudes que realmente pueden sostenernos:
- La reflexión sobre uno mismo y sobre el mundo.
- Los vínculos afectivos significativos.
- La sabiduría que dan la experiencia y la libertad.
- El orgullo de ser quienes somos.
Según Claudia Truzzoli, psicóloga y psicoanalista española, “cada día aumenta más el número de personas que experimentan un sentimiento de vacío, de tristeza, de pérdida de sentido en sus vidas”.
De acuerdo a la especialista, las consultas en los laboratorios reflejan un aumento de estados anímicos que se suelen tratar con pastillas, cuando en la mayor parte de los casos responden a cuestiones de fondo de esta época en que se privilegia la rapidez, el adormecimiento y los parches por encima de la reflexión, la lucidez y las soluciones a largo plazo.
El aspecto físico no lo es todo
En la actualidad se intenta adecuar la imagen femenina y masculina a ciertos prototipos de belleza y no es que esto resulte nocivo por sí mismo, lo que puede resultar perjudicial es la excesiva dependencia a la propia imagen en desmérito de reflexionar acerca de nosotros mismos, acerca de las cuestiones más importantes de nuestra vida de relación, de nuestro estar en el mundo.
Cuando la inmediatez nos impide reflexionar
Sumidos en la exageración y el predominio de la imagen publicitaria que nos envuelve, perdemos algo realmente importante: la capacidad de pensar. La seducción fácil, con su promesa de placeres inmediatos, reemplaza a la convicción en valores que realmente nos sostienen.