- Obispo anglicano y ex capellán protestante de La Moneda
Es altamente recomendable asistir a los Te Deum (¡si es que a uno le llega la invitación, claro!), ya que son celebraciones de agradecimiento a Dios, de unidad nacional y de fortalecimiento moral y valórico. El no hacerlo podría entenderse como un mensaje de “mala onda”, incredulidad y anti patriotismo. Uno no va a un Te Deum atraído por la santidad o la afiliación política de la concurrencia, sino para agradecer las bendiciones de Dios y orar por Chile.
En nuestro país, a causa de su peculiar historia reciente, existen, como único caso en el mundo, dos Te Deum oficiales cada año, el evangélico, celebrado en la Catedral Evangélica de Jotabeche, y el ecuménico, en la Catedral Metropolitana. ¡Lejos de incomodarnos, debería enorgullecernos el dar al mundo ejemplo de tanta fe y patriotismo! ¿Qué consecuencias traería a la convivencia mundial si todo país pudiera celebrar ante Dios su nacionalidad y su libertad de esa manera?
Es una oración de agradecimiento. El Te Deum recibe su nombre de las primeras palabras del himno que se le atribuye a San Ambrosio, “Te Deum laudamus” (“A ti, O Dios, alabamos”). Una liturgia de gratitud a Dios se desarrolló en torno a la original oración, la que ha servido para ocasiones de agradecimiento y plegaria de índole oficial. La tradición viene de España y de la Iglesia católica. La bitácora de Colón registra que el 12 de octubre de 1492, en el momento que la tripulación de “La Pinta” avistó las verdes y deleitosas praderas del nuevo mundo, estalló en la oración del Te Deum y luego fueron acompañados en ella por los marineros de las demás embarcaciones colonizadoras (¡cuan versados eran en liturgias y rezos los feligreses más sencillos en esos días!).
Es una oración de unidad nacional. En Chile el Te Deum se celebra anualmente desde 1811, para conmemorar el aniversario de la Primera Junta Nacional de Gobierno. Un Te Deum conlleva la función de un paraguas que abraza a la nación entera, por sobre toda diferencia de política, raza, clase, género, trasfondo social, al unir en Fiestas Patrias a todo Chile en oración ante Dios. Se podría objetar que los únicos excluidos serían los “incrédulos” (¡un agrupamiento difícil de categorizar con precisión!). Sin embargo, no es así, ya que siempre han sido invitados a la fiesta, junto a los demás credos, donde se ora por todo compatriota. Además, hay mucha “buena voluntad” que aportar de su parte a la convivencia nacional.
Es una ocasión para la afirmación de valores morales. Tradicionalmente, el sermón sirve para la instrucción bíblica y la aplicación cristiana al quehacer nacional, honrando y alimentando así la fe de por lo menos 70% de los chilenos que la profesan. No falta, tampoco, la amonestación pública apropiada, como la entregaran los profetas de antaño a los reyes de Israel, provocando arrepentimiento saludable en la nación. Junto con esperar que los Te Deum “estén a la altura” de tan seria ocasión protocolar, ¡reconozcamos que serán siempre una importante marca de nuestra costumbre chilena! Por eso es bueno asistir…. ¡y más aún, televisar los Te Deum para toda una nación que los espera!
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