- Analista internacional
Un enorme despliegue de poder de fuego se cierne sobre Corea del Norte. Tres portaviones, con sus respectivos buques escoltas, están posicionados para un ataque. Bombarderos B-52 y B-1, que cargan misiles crucero con ojivas nucleares, vuelan las 24 horas del día, como en los tiempos de la Guerra Fría, desde Corea del Sur y la base aérea de Guam. El incremento de la presión militar estadounidense sobre Pyongyang ha despertado inquietudes sobre las intenciones del presidente Donald Trump. Resuenan sus palabras, en agosto, amenazando a los norcoreanos con un ataque de “fuego y furia como el mundo nunca ha visto”. Los propósitos fueron redondeados con enigmáticas palabras que advertían que se vivía “la calma antes de la tormenta”. Aunque nadie pudo precisar a qué se refería exactamente.
La mera posibilidad que la Casa Blanca considere el empleo del arsenal atómico encendió luces rojas en el Congreso estadounidense. El Comité de Relaciones Exteriores del Senado realizó audiencias para explorar el tema sobre quién tiene la “Autoridad para Ordenar el Uso de Armas Nucleares”. El asunto no se debatía desde 1976, cuando la guerra de Vietnam estaba en su apogeo. Entonces, pese a que Washington caminaba a una derrota en el sudeste asiático, quedó descartado el uso de esta arma de destrucción masiva. En realidad, desde entonces quedó archivada la opción del empleo de armas atómicas con intenciones ofensivas.
Algunos senadores expresaron su nerviosismo ante el acceso de Trump al botón nuclear. Chris Murphy, un demócrata, señaló: “Nos preocupa que el presidente de Estados Unidos es tan inestable, tan volátil, su proceso de toma de decisiones es tan quijotesco, que podría ordenar un ataque con armamento nuclear que esté espectacularmente en contradicción con los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos”. Bob Corker, republicano y presidente del comité, ya había advertido sobre sus temores de que Trump está encaminando a Estados Unidos por la “senda de la Tercera Guerra Mundial”.
El general retirado C. Robert Kehler, que encabezó el mando estratégico de Estados Unidos, a cargo del arsenal nuclear, respondió ante las consultas de los senadores que sólo acataría las órdenes del presidente si éstas se encuadran dentro de la legalidad. ¿Y si tuviese dudas sobre la legalidad? Entonces lo habría consultado con sus asesores, especialmente si se trataba de un ataque preventivo. Nada de obediencia ciega.
Trump es partidario de modernizar y aumentar el arsenal nuclear estadounidense. El sólo hecho de que se discuta la posibilidad de la descarga de ojivas atómicas es un enorme retroceso. Pero lo peor puede estar en camino, pues Washington trabaja con una nueva doctrina del empleo de estas armas. Se anticipa una regresión en relación a las posturas del gobierno de Barack Obama. Ello debilitaría décadas de esfuerzos por fortalecer la no proliferación de armas nucleares y la eventual extinción de estos ingenios, los más destructivos en la historia humana.
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