- Capellán UC. Twitter: @hugotagle
Y viene el papa Francisco a Chile. Entre el 15 y el 18 de enero próximo tendremos al sucesor de Pedro entre nosotros. Será una visita tan breve como intensa. Visitará Santiago, Temuco e Iquique. Y ya la elección de los lugares es un verdadero mensaje e invitación a la reflexión. Se comprende que esté en Santiago, por ser la capital de Chile. Pero la visita a las otras dos ciudades son un mensaje «potente» de su intención pastoral y muy en la línea de lo que ha sido su pontificado y los mensajes pastorales de los últimos meses. Temuco, símbolo de un conflicto no resuelto con la Araucanía, el pueblo mapuche y, por extensión, con la integración real y efectiva de los pueblos originarios. E Iquique, por ser puerta de entrada a diversos pueblos, casa para cientos de inmigrantes y, por su gran y rica religiosidad popular: la Virgen de la Tirana y San Lorenzo de Tarapacá.
El papa Francisco viene a reanimarnos y confirmarnos en la fe; a alentarnos y compartir con nosotros el gozo del Evangelio, el amor al Señor resucitado y a su madre, la Santísima Virgen. Nos hablará seguro de la dignidad del hombre, desde su concepción hasta su ocaso natural. Y por ende de la dignidad de todos por igual. Ha recordado en las últimas catequesis de los miércoles el escándalo de los marginados, de las injusticias que abundan también en los países desarrollados, ante las que no podemos hacer oídos sordos. Cuidado con lo de «mal de muchos, consuelo de tontos». Es cierto que Chile no es de los países más desiguales del mundo, pero no estamos bien. Hay mucho que enmendar en ese sentido. ¿Cómo? Será materia de los técnicos, políticos, economistas. El punto es que no podemos seguir con «cambio automático» y continuar con un ritmo de crecimiento en el que no pocos chilenos se quedan fuera del carro del progreso. Hay mucho que aplaudir, sin duda. El Chile que encontrará Francisco es infinitamente mejor al que encontró Juan Pablo II. Pero ello no es excusa para no abordar con decisión y valentía los grandes temas sociales que nos siguen penando.
Habrá un trabajo fecundo, con monseñor Fernando Ramos como coordinador nacional de la visita por parte de la Iglesia y Benito Baranda, por el Estado de Chile. Ya se ha mostrado una gran voluntad de coordinación y cooperación para el éxito de esta visita. Todo augura que será una gran y bendecida visita.
¿Qué queda por hacer en cada uno de nosotros, creyentes y no creyentes? El Papa es un hombre de diálogo, de tender puentes, de encontrar puntos de encuentro, de construir y no de subrayar majaderamente las diferencias. Aprovechemos este tiempo de preparación a la visita para crecer en el respeto al otro, en la dignificación e integración de los más pobres, de los postergados, de los ancianos y niños. Hay mucho por hacer. “Chile tiene vocación de entendimiento, no de enfrentamiento» nos dijo Juan Pablo II hace 30 años. Somos un país que es «mesa para todos». Aquí, nadie sobra. Que el papa Francisco nos encuentre más unidos, en un Chile más justo y fraterno.
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