- Analista internacional
Al concluir sus mandatos el presidente Barack Obama deja la interrogante sobre cuál es su legado. El primer afroamericano en llegar a la Casa Blanca con la consigna “Si podemos”, entusiasmó a millones de sus compatriotas. Era la hora del cambio en una sociedad con un triste legado de opresión racial. Unos once millones de inmigrantes, que no cuentan con residencia permanente y viven al margen del sistema, esperanzados aguardaron una prometida reforma migratoria que regularizaría su situación.
La paradoja es que en el campo social, que se suponía sería el fuerte de Obama, las cosas no marcharon como esperaba. No logró la ansiada reforma migratoria y los millones de latinos esperan temerosos la ofensiva de deportaciones anunciadas por Donald Trump que ha anticipado que, de entrada, expulsará a unos tres millones de personas. En el frente racial a lo largo de su gobierno se vivieron varios episodios de ciudadanos negros asesinados por policías. Algunos de estos incidentes motivaron violentos desórdenes callejeros.
Obama no se cansó de insistir en la necesidad de reducir la tenencia de armas de fuego. Una de las razones por la que la policía, más allá de sus sesgos étnicos, es de gatillo fácil es por el temor a enfrentar sospechosos armados. El fracaso en este campo fue total pues hoy los estadounidenses acumulan más armas de fuego que al inicio de su gestión. Tampoco logró cerrar en forma definitiva el campo de detención de Guantánamo, en que aún hay presos que no han sido juzgados. Lo que sí logró fue reducir de manera sustantiva el despliegue de tropas estadounidenses en Irak y Afganistán.
El otro lado de la moneda y quizá el más inesperado es el notable éxito de su gestión económica. Obama heredó en pleno la crisis del “subprime” en 2008.
La tasa de desempleo llegó hasta 7,8 por ciento en el 2010. Hoy, al entregar el gobierno, ha bajado a cinco por ciento. La inflación es baja y, quién lo hubiese dicho, cumplió con la promesa de reducir en 60 por ciento la dependencia del petróleo importado. En contrapartida aumentó en casi 300 por ciento la producción de energía solar y eólica. Esto en línea con los acuerdos asumidos a nivel mundial para bajar las emisiones de CO2 causantes del calentamiento global.
La frustración de haber jugado todo su capital político a favor de Hillary Clinton para terminar con Trump, que es el total opuesto a sus planteamientos, debe ser enorme. Pero debe consolarle haber culminado la presidencia con una popularidad que muchos mandatarios envidiarían. Las últimas encuestas le otorgan un 57 por ciento de aprobación. Su imagen crecerá con el tiempo. Su condición de orador excepcional y estilo personal trascenderá a la coyuntura política. Como suele ocurrir en política, mucho dependerá del contraste con su sucesor. En este campo, a juzgar por las polémicas desatadas por Trump incluso antes asumir la presidencia, las cosas pintan bien para Obama. En todo caso, en Estados Unidos no es posible repostular a la presidencia después de haber cumplido dos mandatos. Así, a los 55 años se jubila para siempre de la política de primera línea.
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