A diferencia de aquellas personas que sueñan desde pequeñas con la carrera en la que quieren desempeñarse, Camila Romero (25) estaba dudosa de Enfermería. Sabía que le gustaba el área de la salud, pero no era de las niñas que «atendía» a sus juguetes como si fueran pacientes. Y la indecisión se mantuvo durante sus primeros años en la Universidad Andrés Bello, en Santiago. Los primeros tres años se le hicieron eternos, pero cuando llegó al Hospital El Pino a hacer su internado, «vio la luz».
«Cuando vi a mi profesor en la UCI y conocí la Unidad de Pacientes Críticos, dije ‘esto es lo que quiero hacer'», cuenta en entrevista con Publimetro. De ahí en más, tras titularse, vinieron una serie de capacitaciones y su primer trabajo en el Hospital Clínico de Punta Arenas. Hasta ahí llegó junto a su marido, a quien trasladaron a la zona. «Lo mío no era quedarme como una enfermera paciente, yo quería ayudar en el diagnóstico e ir ganando conocimientos para después guiar a quienes atendíamos», agrega.
Hace un mes está de vuelta en Santiago. Aprovechando unos contactos que hizo durante el verano, al segundo día de haber arribado desde la Región de Magallanes, tuvo su primer turno en el Hospital de Urgencia Asistencia Pública, la ex posta central. Fue el 2 de abril, justo en medio de las semanas en que la curva de contagios del coronavirus se comenzó a elevar.
Camila cursa un diplomado de Enfermería en Cuidados del Paciente Crítico en la Universidad de los Andes, pero cuando se le pregunta porque prefiere el servicio público, antes que desempeñarse en la clínica de dicha casa de estudios, por ejemplo, la tiene clara. «Hay muchos estigmas sobre el trabajo en el servicio público, pero sirve mucho para el crecimiento y el desarrollo personal. Acá uno aplica todas sus capacidades y eso te genera un temple distinto», cuenta, asegurando que su principal objetivo es entregar atención de calidad a gente que muchas veces es descuidada.
De Punta Arenas a Santiago
«El cambio se nota. Las primeras semanas de la crisis las enfrenté en el Hospital de Punta Arenas y la realidad que se vive allá es completamente diferente. Acá la urgencia es muchísimo más grande, pero creo que la mayor diferencia es la precariedad de cómo se enfrentó esto en un comienzo. Realmente había una sensación errónea. Se hizo lo que se pudo con lo que se tenía, pero no había personal y los test se demoraban hasta 8 días. Y en ese intertanto los pacientes, a pesar de que estaban a la espera de un resultado, seguían con su vida. Iban al supermercado y no tomaban mayores medidas, entonces era súper complicado».
«Acá en Santiago tú te das cuenta que las cosas funcionan. Aunque hay cosas que se han decidido sobre la marcha, están los insumos, hay capacitación e instalaciones preparadas. Hay mucho personal disponible para trabajar, gente que tu sabes que está capacitada, y los test tardan máximo entre 12 y 24 horas. Allá, en cambio, había personal que simplemente dijo no quiero trabajar».
«Aunque suene cliché, yo estoy en esto porque es lo que me gusta. Es lo que me llena, me encanta sentir que estoy contribuyendo en algo y que dentro de lo que puedo, estoy haciendo las cosas bien. Mi trabajo me llena. Independiente de que esté el coronavirus o no, es lo que yo elegí».
«Nadie tiene ni un ventilador ni una cama asegurada»
-¿Cómo ha cambiado el día a día en la posta?
Nosotros trabajamos con dos flujos diferenciados. Uno especializado en pesquisar los posibles casos de coronavirus, pacientes que no están graves, y, por otro lado, pacientes que requieren medidas de soporte vital y que están en un estado crítico. Esos pacientes pueden o no tener covid, y se da de todo un poco. Se habilitó un pasillo especial para pacientes graves sospechosos de covid. Hubo una reestructuración del servicio y del equipo.
-¿Esto ha significado muchos cambios en la carga laboral?
Se han reforzado los turnos. Hasta ahora no tenemos sobrecarga, sí es desgastante, porque hay que ser súper meticuloso, especialmente con todas las medidas de protección. Todavía la situación es sobrellevable, porque hay harto personal y estamos con turnos de 1×3. Trabajamos 24 horas seguidas y luego tenemos tres días libres, a no ser que te llamen para reforzar. Eso también apunta a proteger al personal.
-Y en cuánto al flujo de pacientes ¿Han evidenciado evolución?
Ahora están llegando pacientes con requerimientos mayores, y eso es más desgastante. Ahora muchos se descompensan, a diferencias de hace un par de semanas atrás, cuando llegaban pocos pacientes graves. Ahora hay pacientes que requieren un soporte mucho más avanzado.
-¿Cómo es el contacto con esos pacientes? ¿Hay mucho temor?
Desde el momento que uno toma el test, obviamente hay miedo e inseguridad, pero lo que más se repite es que, más que por ellos mismos, la persona se preocupa por su familia. Nosotros no manejamos los resultados, eso es privado y lo único que uno intenta es contenerlos de alguna forma. Ayudar en lo que se tenga dudas, dar consejos, y para aquellos pacientes que están hospitalizados, como no hay visitas, uno intenta hacer una atención más personalizada. Todavía podemos darnos el tiempo de estar ahí, pero con todo el resguardo que debe haber, tampoco es una atención cercana. Uno los ve ansiosos.
-¿Han debido tomar nuevas capacitaciones?
Cuando esto comenzó era terreno de nadie. Había mucha incertidumbre en cómo manejar la situación. Uno tiene conocimientos, pero como todavía no sabía cómo era la evolución del virus o las formas de contagio, uno sólo intentaba tomar la mayor cantidad de precauciones. Pero luego tuvimos capacitaciones, charlas, e hicimos simulacros. La premisa sigue siendo tratar a todos los pacientes como positivos.
-Ya no en lo laboral ¿Cómo han cambiado tus rutinas con esta pandemia?
Además de ocupar las mascarillas siempre, aseamos todas las cosas que pudiéramos comprar. También en el departamento tengo un área sucia, donde nos sacamos todos, y pasar directo al baño. Y mis familiares, mi abuela, no la he visto desde que esto partió, y no la iré a ver hasta que esto termine, porque es un miedo el poder contagiarla. Lo más importante es dar el ejemplo y no incitar a que la gente se junte, aunque tengas amigos en tu mismo edificio. Hay un mal entendimiento del distanciamiento social, en esta situación no te puedes juntar a comer con tus amigos. Hay que tomar conciencia de eso.
-¿Cómo toman que las autoridades sí estén instando al cafecito con los amigos?
Lo importante es que, los que podamos, intentemos hacer tomar conciencia de que esto no es un juego. A pesar de que lamentablemente las autoridades estén diciendo vuelvan a hacer sus vidas, uno no puede volver a una normalidad. Eso es inconsecuente con lo que está pasando a nivel nacional y lo que pasa a nivel de salud. No va con la realidad, o la realidad de ellos es muy diferente. Quizás no han ido a ver lo que está pasando en los hospitales, porque la gente sí se está muriendo, las camas se están ocupando y acá nadie tiene ni el ventilador ni el lugar asegurado. No es el momento de incitar a que nos juntemos. Hay que hacer hincapié en el autocuidado, hay que tener sentido común.
-¿Qué llamado haces a la gente?
Me han llamado mucho la atención los aplausos a la «primera línea» de la salud. Aplausos a las 9 de la noche, reconocimientos, pero siento que eso es un llamado de atención. Este es un trabajo que hacemos todo los días y recién ahora hay un reconocimiento. Siento que esto hace hincapié en las falencias que tenemos, no se valora el servicio público. No simplemente aplaudan a los profesionales, tomen medidas y eviten salir. Seamos concientes.