El cura obrero partió con el cariño de su gente, con la admiración de miles de pobladores humildes que conocieron su palabra de fe y de combate en alguna remota jornada compartida en Villa Francia o La Legua.
Este domingo fue el último adiós para el sacerdote diocesano Mariano Puga, quien vivió 88 años y partió dejando una huella imborrable a su paso.
Puga nació en cuna de oro, pero prefirió compartir sus enseñanzas de la vida y de la Biblia en medio de los humildes y necesitados, de los trabajadores y los postergados.
En su juventud militó en los Cristianos por el Socialismo y con el tiempo se convirtió en un luchador de cada día que puso a Cristo por delante y se opuso tenazmente a los abusos durante la dictadura de Pinochet.
Nunca transó sus valores ni traicionó los principios e, incluso, criticó a aquellos pastores que se alejaron del «rebaño» y se inclinaron ante los poderosos.
Poco antes de la muerte anunciada por un cáncer implacable, el cura Mariano Puga condensó en una carta, muy social y muy política en su contenido, su desprecio por quienes no entienden las necesidades de los pobres ni atienden las demandas de la gente.
En la cama de su agonía lenta y dolorosa quedaron los últimos pensamiento de un hombre noble y las últimas oraciones de un sacerdote comprometido con su pueblo.
Así se fue Mariano Puga, entre la emociòn, el respeto, las lágrimas y la alegría de quienes desplegaron banderas y lienzos por su partida, y cantaron con devoción para dar vida eterna a la memoria del cura obrero…