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La primera línea en el obituario de Trump ha sido escrita: cómo el “impeachment” cambia el legado del Presidente de EEUU

Aunque prácticamente es un hecho que no será destituido, una porción del legado de Trump tomó forma el miércoles cuando se convirtió en el tercer presidente en la historia de Estados Unidos en ser enviado a juicio político por la Cámara de Representantes.

Los dos cargos de juicio político que fueron aprobados prácticamente en bloques partidistas resaltan como un reproche constitucional que acompañará a Trump incluso aunque trate de trivializar su significado y utilizarlos para impulsar su campaña de reelección.

“Será imposible analizar su presidencia sin tocar el juicio político. Está ligado permanentemente a su prontuario”, dijo Julian Zelizer, historiador presidencial en la Universidad de Princeton. “Ahora Trump es parte de la conversación sobre el mal uso de la autoridad presidencial. Ucrania será su Watergate. Ucrania será su Lewinsky”.

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Los libros de historia colocarán a Trump en la misma sección en que aparece Bill Clinton, enjuiciado hace 21 años por mentir bajo juramente sobre una relación sexual con la becaria de la Casa Blanca Monica Lewinsky, y Andrew Johnson, quien fue procesado hace 151 años por desafiar al Congreso sobre la Reconstrucción. Richard Nixon, quien evitó el juicio político al presentar su renuncia durante la investigación Watergate, también está ahí.

El mismo Trump está al tanto del impacto que el juicio político podría causar a su legado.

En los últimos meses, sus aliados lo han descrito como furioso por esa simple posibilidad, tomando el proceso de juicio político más como un ataque personal y un intento de deslegitimizar su presidencia, que como un juicio a su comportamiento. El martes, el mandatario declaró que asumía “cero” responsabilidad por el proceso de juicio político.

“Pocas personas en una posición tan alta podrían haber soportado o pasado esta prueba”, escribió Trump en una enconada carta de 46 páginas dirigida a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, en la víspera de la votación de juicio político. “Usted no sabe, ni le importa, el gran daño y dolor que le ha causado a los amorosos y maravillosos miembros de mi familia”.

La misiva, repleta de signos de exclamación, uso aleatorio de mayúsculas y una gran cantidad de reclamos, presentó al presidente como la víctima de un ataque político injusto.

“Dentro de 100 años, cuando las personas recuerden este asunto, quiero que lo entiendan, y aprendan de él, para que nunca le suceda nuevamente a otro presidente”, escribió.

Dado que los republicanos tienen el control del Senado, la absolución de Trump durante su juicio en enero próximo está prácticamente garantizada.

El mandatario ha asegurado que las repercusiones públicas a su juicio político podrían ayudarlo a avivar a sus leales simpatizantes y a atraer a más independientes a su causa. Se burló sobre realizar una gira triunfal después del veredicto: “La Gira de la Inocencia”, similar a la “Gira de Agradecimiento” que realizó durante la transición presidencial de 2016.

El historiador presidencial Jon Meacham indicó que el juicio político convertirá a Trump en el “primer presidente insurgente en la historia de Estados Unidos”. Comparó el partidismo del momento al tribalismo del siglo XIX que rodeó a Johnson y la Reconstrucción, requiriendo que una nación dividida “evalúe lo que se dice en lugar de simplemente felicitar a la persona que lo dice”.

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Con una capacidad única para atraer la atención, Trump se ha impuesto sobre su adoptado Partido Republicano, transformándolo a su imagen incluso mientras desafía su convencionalismo. Ha entusiasmado a su base de simpatizantes con su estilo provocador y discursos agresivos, utilizando su combativa cuenta de Twitter para pelear con sus rivales políticos y disputar desde el comienzo las acusaciones de interferencia electoral extranjera durante la pesquisa del fiscal especial Robert Mueller sobre Rusia.

Aunque Trump salió de ese episodio con su autoridad política intacta, la historia de Ucrania sorprendió a la Casa Blanca por la velocidad con la que se apoderó de Washington. Trump recurrió a la misma táctica –negar, demorar, acusar– pero no pudo evitar una investigación de juicio político a manos de los demócratas que controlan la cámara baja.

Kellyanne Conway, asesora sénior del presidente, rechazó el miércoles la noción de que Trump crea que su legado ha quedado manchado por el juicio político.

“No, no lo cree así”, dijo Conway. “Lo ve como una mancha en el legado de aquellos que se han enfocado y han hecho todo lo posible para destituirlo”.

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Si bien Clinton se disculpó por su comportamiento y Nixon renunció, Trump ha permanecido inflexible, apegándose a su argumento de que tuvo una conversación telefónica “perfecta” con el presidente de Ucrania. Trump y muchos de sus defensores en el Partido Republicano han rechazado una larga lista de testimonios sobre los intentos de Trump por presionar a Kiev para investigar a su posible rival electoral Joe Biden.

Durante un mitin en Michigan que comenzó apenas unos minutos después de que la cámara baja comenzara su histórica votación, Trump intentó restarle importancia pública a la mancha en su historial.

“Es un juicio político ‘light’. Con Richard Nixon, podía verlo como una época muy oscura”, declaró Trump. “No sé ustedes, pero yo me estoy divirtiendo. Pero también sé que tenemos un gran grupo de personas respaldándonos en el Partido Republicano”.

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El índice de aprobación del presidente ha permanecido prácticamente sin cambios durante la investigación de juicio político, ayudado por su combativa personalidad y populismo.

La extraordinaria polarización en torno al juicio político no es nueva, pero el férreo partidismo en esta ocasión ha quedado resaltado por un aspecto único del momento: Trump busca la reelección, mientras que Clinton y Nixon estaban a la mitad de su segundo mandato al momento en que enfrentaron la amenaza de la destitución.

El resultado de la jornada electoral podría alterar la forma en que se recordará el juicio político.

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“Donald Trump ahora será un sinónimo de juicio político. No hay forma de promoverlo como algo que presumir. Es una medalla a la vergüenza”, dijo Douglas Brinkley, historiador presidencial en la Universidad de Rice.

“Pero si gana, de alguna forma el juicio político se verá un poco más pequeño. Significaría que lo desafió y transformó al Partido Republicano a su propia imagen y los mantuvo leales”.

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