Maestros, médicos, abogados y trabajadores de la torre Eiffel eran algunos de los trabajadores franceses que hacían huelga el martes, para oponerse a una subida de la edad de jubilación y conservar un sistema de pensiones que temían que el presidente, afín al sector empresarial, quisiera desmantelar.
Vecinos y turistas afrontaban un décimo tercer día de complicaciones en los desplazamientos al continuar la huelga de maquinistas de tren contra la reforma emprendida por el presidente, Emmanuel Macron, de un sistema de pensiones que ahora les permitía retirarse incluso antes de los 60. Algunos padres encontraron las escuelas cerradas, y se cancelaron exámenes importantes porque los profesores se sumaron a los paros.
Los hospitales impusieron servicios mínimos el martes ante la huelga de enfermeras, médicos y farmacéuticos para pedir protección a un sistema de hospitales públicos otrora prestigioso y ahora maltrecho tras años de recortes.
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Había una nueva protesta convocada para el martes por la tarde en la capital, y la policía acordonó el Palacio del Elíseo, residencia oficial de Macron, con horas de antelación en previsión de posible violencia de activistas de los Chalecos Amarillos u otros manifestantes radicales indignados por la injusticia económica.
“La reforma se queda (…) no la retiraremos”, dijo la portavoz del gobierno Sibeth Ndiaye a la televisora BFM.
Varios países europeos han subido la edad de jubilación o reducido las pensiones en los últimos años para ajustarse al aumento de la esperanza de vida y la desaceleración económica. Macron alegaba que Francia debería que hacer lo mismo.
Los sindicatos temían que la gente tuviera que trabajar más tiempo para recibir pensiones más pequeñas, y los sondeos indicaban que al menos la mitad de los franceses apoyaba la huelga.
Los sindicatos de trabajadores de la red ferroviaria estatal SNCF querían mantener la huelga durante los feriados navideños, y el gobierno buscaba soluciones.