Resulta paradójico ver que hoy en el mundo existan regiones con altos índices de obesidad, y por otra parte, personas muriendo de hambre. A pesar de que en nuestro país la tasa de desnutrición es baja, no estamos ajenos a esa realidad. Según datos de la OCDE, un 25% de la población chilena es considerada obesa, según su IMC (índice de masa corporal), pero en contraste, 12.255 personas recurren a la basura para obtener sus alimentos, según el “Segundo Catastro Nacional” realizado por el Ministerio de Desarrollo Social en 2012.
Desde el centro de estudios “Idea País” realizaron un informe llamado “Pérdida y desperdicio de alimentos en Chile, un análisis desde la solidaridad”, donde exponen un análisis completo sobre esta situación a nivel mundial y local, pero a la vez, posibles propuestas que podrían aplicarse en Chile como la creación de una institucionalidad para la donación de alimentos no comercializables, refrigeradores públicos o la creación de un sello de calidad para las empresas que donan alimentos.
Otra organización que busca abordar el tema en nuestro país es Fundación Damgo. A través de una estrategia de asociación con restaurantes, la fundación coordina la donación de platos de su menú a comedores comunitarios.Actualmente ya cuentan con el apoyo de restoranes como Le Sandwich, Hard Rock Café y Milá. Fenómeno mundial
En el mundo, se calcula que se desechan cerca de 1.300 millones de toneladas de alimentos, lo que representa entre un 30% y un 50% de la masa total de alimentos aptos para el consumo humano, diariamente. Es por esto, que en varios países han surgido una serie de iniciativas que buscan recuperar aquellos alimentos que han sido desperdiciados, pero que aún se encuentran en condiciones de ser ingeridos de una manera sanitariamente segura.
Francia, por ejemplo, se transformó en el primer país del mundo en prohibir a los supermercados tirar o destruir los alimentos que no vendan. La normativa, que entró en funcionamiento a comienzos de este año, los obliga por ley a donarlos a organizaciones benéficas y bancos de alimentos, los que se encargan de distribuirlos entre los necesitados.
En Chile aún no existen leyes que aborden esta problemática. Si bien, la ley de etiquetados de alimentos fue un avance hacia una alimentación más sana para nuestra población, aún existe un porcentaje de ciudadanos chilenos que no tienen acceso ni siquiera a la ingesta mínima recomendada. Según los casos observados alrededor del mundo, la reutilización de «comida recuperada» no involucra sólo un impacto positivo para combatir la desigualdad, si no que también es una acción amigable con el medio ambiente.