Hace unos años sentía que la muerte me rondaba; eran los primeros días de enero del 2010, un vecino de profesión periodista, muy simpático, murió un día; una niña que me quería entrevistar para su tesis, al día siguiente.
Dos días después supe que el amigo de un amigo actor que yo conocía tuvo un accidente en moto y que murió también. Todo esto pasó en una semana, pasaron tres días y se murió mi hermano menor en un accidente de auto.
Hace unas semanas me pasó lo mismo, se murió el papá de un amigo; estaba enfermo desde hacía varios años y hasta me tocó llevar el ataúd. Se murió también el amigo de una amiga, llevaba unos años enfermo, y falleció dos días después de la Navidad.
Al día siguiente, me llamó un buen amigo mío para contarme que su mamá acababa de fallecer, de cáncer, y ayer supe que un compañero de curso del colegio también se murió, hace años, pero yo lo supe ayer.
Y antenoche se murió una tía súper cercana y querida; mañana es el funeral. Mi mamá le dice “Parque” al cementerio; “fuimos al Parque”, dice, “a dejarle flores a tu hermanito”. No le dice cementerio. Antes me importaba, y le temía a la muerte, pero ahora ya no me importa, ni le temo.
Cuando llegue, que llegue nomás.
Ojalá que no tan luego, eso sí, ya que tengo que terminar de pagar el departamento que compré a 30 años (seré propietario a los 71, edad ideal para empezar a disfrutar). A la muerte sólo le pido que llegue en buena, sin capucha, sin guadaña, ojalá que llegue suave, que se me meta a la cama, o que me llegue en el sueño, o que me llegue en el coito, o que me llegue en forma de eutanasia.
Ojalá que llegue en suaves espasmos de morfina, un sueño-coito rico, doloroso, placentero, rodeado de mis seres queridos. Finnnnnnn.
Una reflexión antes de irme: ahora no me importa tanto morir, si ya estuve millones años sin existir antes de nacer, puedo aguantar otros millones de años, cuando me muera.
Ya se murieron todos mis abuelos, todos los padres de mis abuelos, sus padres y sus abuelos también, y los padres y los abuelos de ellos, y así para atrás, ya van millones y millones, una ruma de muertos; ellos seguirán muriendo, hasta el día que yo muera.
Al final, sólo se trata de respirar y de dejar de hacerlo. Y ya para finalizar, ahora sí: se murió mi celular y se murió la flor, me quiero morir, jijijí.
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