Por: José Miguel Sanhueza (@albohemio) miembro de Colo Colo de Todos (@colocolodetodos)
Colo Colo necesitaba mucho una jornada como la del pasado viernes. El mes no había sido bueno, tras la bochornosa eliminación de Copa Chile y la increíble farra contra Deportes Iquique, que sumaba un episodio más a la larga lista de puntos importantes que hemos desperdiciado por no saber cerrar un partido a tiempo, y que nos dejó a lejanos 7 puntos del líder del campeonato.
La fecha ofrecía una buena oportunidad para comenzar a enmendar aquello. Los cuatro equipos que nos sobrepasaban en la tabla del Campeonato jugarían entre sí, y no era una posibilidad disparatada que sus resultados jugaran para nosotros, como efectivamente ocurrió. Pero nada de ello serviría si no jugaba para Colo Colo quien de verdad debía hacerlo: el Cacique mismo.
Antes del partido ya la jornada comenzaba bien en las galerías. Pese al poco usual horario, más de 30 mil personas –por alguna extraña e incomprensible razón el conteo oficial al parecer sólo considera entradas cortadas- nos dimos cita en el Monumental a acompañar a nuestro Club.
Cuando el equipo más lo necesitaba, el hincha estuvo ahí. Ese mismo hincha al que una y otra vez se empeñan en maltratar, estigmatizar y apuntar con el dedo tanto desde Blanco y Negro como desde la autoridad, cuya última gracia ha sido la imposición de un «código de conducta» según el cual –parafraseando a un ex columnista de este espacio- un cántico como «Arellano no murió, que se muera Blanco y Negro» perfectamente podría ser penalizado con 46 años fuera de los estadios.
Esto debe ser de una buena vez una lección y un emplazamiento para quienes, tanto desde los bloques de Aníbal Mosa como Leónidas Vial, se han opuesto sistemáticamente a la reivindicación de los socios e hinchas del Club por precios realmente populares en las entradas, además de la conquista ya obtenida de los descuentos a los socios. El viernes terminó de quedar demostrado que, cuando los precios son accesibles y coherentes con el arraigo popular de Colo-Colo, el hincha está a la altura y acompaña en masa. Así es como debe ser siempre.
Y como también debería pasar siempre, esta compañía incondicional del colocolino se vio recompensada en la cancha. Quizás no con un juego de alto vuelo ni un dominio arrollador, pero sí recuperando algo tan básico y tan extraviado este último año: saber ganar con tranquilidad este tipo de partidos.
Colo-Colo logró oportunamente traducir en el marcador el momento de mayor dominio en el primer tiempo, logró administrar con inteligencia y casi sin sustos –salvo un cabezazo desviado- los tibios arrestos ofensivos de San Luis al inicio del segundo tiempo, aprovechó bien los espacios que dejaron los quillotanos para capitalizarlos en dos oportunidades, y terminó finalmente el partido mucho más cerca de un cuarto gol colocolino que de un descuento canario.
Párrafo aparte para las dos mejores noticias individuales de la jornada del viernes. Por un lado, el excelente partido del “Torta” Opazo, que por fin comienza a ratificar los pergaminos de velocidad, recorrido y manejo de los dos perfiles que lo trajeron al Cacique y lo llevaron en su momento a la selección, en uno de los puestos del esquema que hoy está menos resuelto.
Además, resulta muy destacable lo de Carlos Villanueva, quizá lo mejor que nos haya pasado en el semestre, haciendo sus primeras armas en el club con carácter, actitud para siempre encarar y proponer, que el viernes se vio finalmente recompensada con el gol.
En fin, una jornada necesaria para recuperar la confianza, dentro y fuera de la cancha. Una jornada que no puede quedarse como un hecho aislado: debe ser el punto de inflexión que nos permita retomar con nuevos bríos la pelea por el campeonato. Mal que mal, el año pasado fue precisamente después de las Fiestas Patrias que Colo-Colo logró encontrar el rumbo futbolístico y no paró de ganar durante ese año.
Esperamos que así sea esta vez. La próxima estación nos trae un rival que nunca es fácil, pero al que le hemos sabido ganar con claridad varias veces durante el último año, y esta debe ser una ocasión más. Una ocasión que, como siempre que juguemos en San Carlos, es también ser un pequeño acto de justicia para nunca olvidar el infame del 2011 día en que cruzar la frontera imaginaria del barrio alto con la camiseta colocolina era causal de detención. Que esa conquista sean los tres puntos que nos sirvan para seguir retomando el rumbo y meternos de lleno en la pelea de arriba. El domingo cueste lo que cueste tenemos que ganar.