El Gráfico Chile

Columna de la U: Un año de consecuencias

Por Alvaro Valenzuela Pineda

El 2016 se juega sus descuentos y como en todo año que termina, es el momento idóneo para hacer un balance detallado de estos 360 días azules.

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Partamos por lo básico: los resultados. Aunque es imposible hacer un balance que vaya en una dirección distinta a lo logros anuales, esta vez la debacle deportiva no puede ser sino más que un reflejo de lo institucional por sobre un desempeño en particular. A saber: un denigrante 10mo puesto en el torneo clausura 2015-2016 que no alcanzó ni para clasificar a la liguilla de Copa Sudamericana, un Apertura 16-17 con un puesto con algo más de decoro marcado con el 7mo lugar de la competencia, que nos vale la participación en la Copa Sudamericana en el año venidero.

En materia de otros torneos, cuajamos un cuarto de final en la Copa Chile (eliminados por un 5-3 global contra Universidad Católica, el mejor equipo del año) y una humillante eliminación en la fase previa de la Copa Libertadores contra el muy discreto River Plate de Uruguay, con un claro 2-0 en el país oriental que nunca fue discutido ni descontado en Santiago.

Terminamos el 2016 con saldo en números rojos potente, por primera vez desde 2012 la Universidad de Chile no competirá en Copa Libertadores y desde el 2011 que los de la U roja en el pecho no terminábamos un año sin ninguna vuelta olímpica. A todo eso hay que sumar un año son triunfos en clásicos en 4 competencias distintas y que los 4 títulos que entregó el fútbol chileno en estos doce meses quedaron en manos de Colo-Colo (Copa Chile) y Universidad Católica (Clausura, Apertura y Super Copa). Año de morondanga, diría mi bisabuelo.

Lo que vuelve un desastre lo vivido este año no fue sólo la cancha (algo que sin dudas afecta al ánimo del parcial azul), sino la cantidad de errores y horrores sufridos desde la dirigencia. Seamos francos, el equipo en 12 meses no fue capaz de mezclar 3 partidos jugando a buen nivel (ni siquiera hablo de ganarlos), las decisiones deportivas fueron francamente ridículas, todas hechas a medida de un controlador omnipotente con la idea de pasar a la historia con su juguete nuevo. Lo hizo, lo logró, pero para mal. A saber: firmó un contrato que perjudicaba totalmente a su institución y que favorecía a un técnico que nunca había dirigido un partido en el profesionalismo, invirtió 6 millones de dólares en un equipo que quedó 7mo, no obtuvo títulos y no ganó clásicos. Inventó una dupla técnica con gente identificada y querida por el club y la despedazó en 3 meses. Hizo negocios tan malos que fue capaz de pagar 2,5 millones de dólares al archirrival por un jugador de 32 años. (En Macul aun agradecen haber mejorado el balance anual y darle la oportunidad de consolidarse al gran talento de Martín Rodríguez.)

Los números de don Carlos son desastrosos en todos los ámbitos que rodean al equipo, fuera de la cancha debió incurrir en la figura de un préstamo que el mismo entregó a su concesionaria, para tener capital de trabajo y afrontar los desafíos de equipo grande. No lo hizo sólo una vez, fueron dos.

El sombrero le quedó gigantesco a Heller, que ha sido incapaz de entregar un solo lineamiento de lo que pretende como equipo. En su forma más básica, incluso. Tiene un desconocimiento vergonzoso de la actividad, hace promesas al vuelo y a la rápida (aun esperamos el famoso estadio que anunció con bombos, platillos y su prensa amiga a mediados del 2014). Sólo él toma las decisiones y lo hace muy mal, no tiene criterio y una clara falta de control de sus emociones. No es un presidente, es un patrón de fundo.

Este año vimos las consecuencias de lo que se viene haciendo mal en el CDA desde hace un tiempo, no hay un proyecto ni deportivo ni social, no existe un plan de acción vinculante con la comunidad y ni siquiera hay un programa de generación de utilidades (punto que imagino le debería interesar). El primer equipo recibe 10 refuerzos por año y llevamos 2 años completos sin jugar bien (desde el último título). No hay juveniles que sean un confiables en el primer equipo, ni entrenadores que hagan mirar con optimismo el futuro.

A pesar de ese negro presente, la familia azul se cuadró a muerte con el escudo y fuimos la mejor asistencia local en el 2016. Tremendo.

Este fue sólo un aviso, si Heller no cambia la conducción que ha tenido la pista se pondrá muy compleja. El tiempo y la paciencia de los hinchas se acabó hace un rato, debe entender que la única salida coherente sería su renuncia. Sino lo hace, el 2017 podría ser más tormentoso.

GRAF/GL

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