Necesitamos comer para vivir: para que nuestro cuerpo tenga energía para realizar todas sus funciones, y también para integrar sustancias para regenerar nuestras células y tejidos. Por eso es cierto que somos lo que comemos, en el sentido en que los nutrientes pasan a formar parte de nuestro cuerpo, pero resulta que la alimentación podría influir también en nuestros comportamientos y emociones. Y por su puesto, también la ansiedad.
El cuerpo humano es sin duda un sistema complejo, es decir que la suma de sus partes -células, tejidos, órganos- es mucho más que eso.
Aunque los diferentes aparatos y sistemas del cuerpo tienen funciones muy bien definidas, existe una interrelación entre ellos.
Y cada vez sabemos más sobre esas conexión que podrían parecer inesperadas: como la que hay entre nuestros intestinos y el cerebro.
¿Quién manda aquí?
Podríamos pensar que el cerebro es algo así como el director de orquesta del sistema nervioso central y del cuerpo en general.
Eso no quiere decir que la comunicación entre el sistema nervioso central y otros sistemas del cuerpo sea unidireccional.
Por todo el cuerpo tenemos terminaciones nerviosas encargadas de recibir estímulos externos, que entonces se dirigen al cerebro, en donde se recibe la información y se interpretan los estímulos.
Algunas de esas terminaciones nerviosas, como los nociceptores nos avisan del peligro: como cuando tocamos algo caliente y retiramos la mano cuando sentimos dolor.
Pero resulta que el sistema nervioso y el cerebro quizá está recibiendo mucha más información de la que parece.
Mariposas en el estómago
Quizá alguna vez han tenido alguna emoción que les cause mariposas en el estómago, o se han enojado mucho y han terminado con dolor de estómago también.
Eso es posible porque el cerebro tiene una conexión directa con el estómago y los intestinos.
Tiene que ser así por supuesto, pues el cerebro también dirige por ejemplo la liberación de los jugos gástricos necesarios para la digestión.
Pero ahora sabemos que esa conexión también va en dos sentidos: lo que pasa en los intestinos también afecta al sistema nervioso central.
Así que si hay problemas en el cerebro, estas señales llegan al estómago; pero también si hay problemas en el intestino las señales pueden ir en sentido contrario.
Pepinillos para la ansiedad
Desde hace tiempo se tienen evidencias en modelos animales de que el consumo de cierto tipo de alimentos puede disminuir los estados de estrés y ansiedad.
Los alimentos que contienen probióticos, son aquellos que por su proceso de preparación contienen microorganismos vivos que en general contribuyen a restaurar la microbiota intestinal.
Esas bacterias benéficas, de la microbiota, son indispensables para tener una digestión adecuada, pero aparentemente también para mantener nuestra estabilidad emocional.
Aunque es más complicado hacer estas correlaciones en humanos, sí hay investigaciones que han encontrado la correlación entre los alimentos que consume una persona y sus estados de ansiedad.
Así que la próxima vez que tengas un antojo inexplicable de una hamburguesa doble con pepinillos, tómalo en cuenta: tal vez es tu cerebro tratando de decirte algo.