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Columna Ángel Parra: Mi abuela violeta

Antes de darme cuenta de que era nieto de Violeta Parra, me di cuenta que era hijo de Ángel Parra porque su nombre era poderoso. El año 74, cuando mi padre llenó el Auditorio Nacional en México, me di cuenta de la importancia de su obra musical. Primero me llamaba la atención cuando lo veía y hacía sus autógrafos. Le empecé a copiar la manera en que hacia la firma. Primero fui Cereceda, pero ya en el colegio, en Tercero Medio, empecé a meterme más en la música y a entender más que era mi sangre y podía ser mi apellido. Pero la determinación de ponerme propiamente tal el nombre Parra, como lo hizo mi padre, lo hice cuando volví de Europa y me dediqué a estudiar. Ahí empecé a entender. Lo hubiera entendido mucho antes si no hubiera existido el Golpe de Estado.

Violeta siempre marcaba el inicio de una etapa difícil en la vida de nosotros como hermanos que, con el tiempo, se nos fue desenrollando y entendiendo. Cuando Violeta murió, mi papá debe haber tenido unos 25 años. Él, a medida que fue madurando, empezó a entender la mamá tan genial como la que tuvieron. Tuve la suerte de ser fotografiado en esa foto que está adentro del disco en que sale ella tocándome un acorde de “Gracias a la vida”. Eso es algo que siempre me llamó la atención, porque era yo y porque la imagen de la Violeta era enorme para entender cuando chico. Para mí representaba muchas cosas que tenían que ver con el exilio, con la distancia de Chile. Nosotros estuvimos exiliados en México. Tenía que ver con el Golpe de Estado, con la tortura que sufrió mi padre, su separación…

Recuerdo que las primeras veces que empecé a entender el tema de la Violeta vino por el lado de mi mamá. Me contaba cosas mucho mas cándidas respecto a la relación que ella tuvo con ella cuando la tuvo que aceptar como nuera. Viniendo de un mundo de la aristocracia, porque mi mamá se llama Marta Orrego Matte y se juntó con Luis Ángel Cereceda Parra, que fue una unión bastante particular, mi padre me contaba que tenía más cercanía con mi madre y ella la admiraba mucho. Pero también me hablaba del lado complejo de su carácter. La familia cercana, yo creo que no quería hablar mucho del tema porque estaba marcado por el suicidio. También había muchas cosas dando vueltas.

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Mi papá ayudó mucho con la película a mostrarnos a la Violeta luchadora, sacrificadora, aperrada, pero también buena para la chacota y humor. Empiezo a entender que su letra tiene tremendas críticas sociales. Siempre encontraba en una anécdota media trágica un lado humorístico, En la vida de la gente de campo hay funerales, y siempre hay una manera de reírse de la desgracia. Eso pasaba un poco en la vida de la Violeta. Solamente un genio podría agarrar un texto de dos minutos y resumir la existencia de una persona desde que nace hasta que muere, y fundir en una letra algo tan increíble como el pensamiento de un mundo entero, el pensamiento de un mundo indígena, los valores que representa las mujer hoy y los derechos de la mujer que defendió en los 50. Son cosas que me hacen sentir orgulloso de ella y me hacen sentir el lado positivo de su obra. Obviamente que hay un lado triste, pero es como todos los artistas. Como John Lennon, Picasso o Dalí. Tienen áreas negras de su repertorio en su obra y áreas luminosas. Creo que eso hace de esta obra algo genuino y genial, y no responden a cosas sólo de la Violeta, sino que van mucho más allá.

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