Emilce García, una panameña de 25 años, aterrizó la noche del 19 de noviembre en el aeropuerto de Maracaibo con un saco de dudas entre su equipaje. Nunca había pisado Venezuela, un país que atraviesa una enorme crisis.
Al doctor que la operaría dos días después solo lo conocía a través de llamadas por internet. El plan de realizarse una cirugía estética, pese a todo, siguió en pie.
Cuatro amigas la animaron a practicarse una lipoescultura de espalda, abdomen, muslos, brazos y papada. Otras panameñas habían hecho lo mismo meses atrás con el mismo cirujano.
Emilce, a diferencia de sus compañeras, debió procesar una visa para volar 885 kilómetros a Maracaibo, en el noroeste de Venezuela, una ciudad que califica como "desorientada, triste, apagada".
Cumplió en un viaje exprés de siete días su sueño de embellecerse de la mano experimentada -y menos costosa- de un médico venezolano.