"Nadie es perfecto, pero ¡quién quiere ser Nadie!", bromea Lutz Kliche, con un entrañable y sorprendente acento nicaragüense, desde su escritorio en Baviera, luego de algunas excusas por nuestros accidentados intentos de coincidir para la reunión por videocámara.
Traductor al alemán de autores como Sergio Ramírez, Gioconda Belli, Ernesto Cardenal, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Fernando del Paso y Rodolfo Walsh, me relata con el mismo buen humor, agudo, sus comienzos con esa literatura a fines de los 70: a través de la política, cooperando en Alemania con exiliados de los regímenes militares latinoamericanos, y trabajando en la editorial alemana que publicaba a Cardenal, Ramírez y Galeano.
Luego del derrocamiento de la dictadura de Anastasio Somoza, Lutz se trasladó a Nicaragua y ayudó a propulsar la industria editorial y a organizar festivales del libro para sortear el bloqueo político de Estados Unidos. Vivió 20 años entre ese país y El Salvador, sus hijos nacieron allí, y según dice, "ya no me siento ni de aquí ni de allá, y me siento cómodo en eso, me gusta, no quiero otra cosa. Y la traducción a lo mejor puede ser un puente, un puente que es importante establecer en la cultura".