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Hidrógeno verde vs. autos eléctricos: ¿quién ganará la carrera por el futuro de la movilidad?

Mientras los autos eléctricos avanzan con fuerza en ciudades de todo el mundo, el hidrógeno verde asoma como una solución prometedora.

Parecía que estaba todo dicho en cuanto al futuro de la movilidad terrestre: los vehículos eléctricos parecían la respuesta; sin embargo, el hidrógeno verde apareció de pronto como una alternativa. ¿Será verdad?

Ambas tecnologías buscan lo mismo: eliminar las emisiones del transporte. Pero bajo el capó, sus eficiencias revelan un claro contraste. Según el Consejo Internacional para el Transporte Limpio (ICCT), los autos eléctricos a batería convierten entre un 75% y un 90% de la electricidad en movimiento. En contraste, los vehículos propulsados por hidrógeno verde pierden energía en varias etapas —como la electrólisis, la compresión, el almacenamiento y la conversión a electricidad—, lo que deja su eficiencia final en torno al 21%.

“Este tipo de vehículos enfrenta el reto de múltiples etapas energéticas, cada una con pérdidas. Desde la electrólisis para obtener el hidrógeno, hasta su compresión, transporte y conversión en electricidad dentro del vehículo”, señala el ICCT en su análisis comparativo.

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Un informe de BloombergNEF también concluye que los vehículos eléctricos a batería (BEV) son “más eficientes energéticamente y más baratos de operar” que los de celda de combustible de hidrógeno en la mayoría de los escenarios actuales y proyectados a corto plazo​.

Costos en descenso y desarrollo tecnológico en marcha

En el caso del hidrógeno verde —generado a partir de energías renovables—, los costos de producción siguen siendo elevados. Sin embargo, según proyecciones de la Agencia Internacional de Energía (IEA), el precio por kilogramo podría bajar hasta en un 60% para 2030 gracias a los avances tecnológicos, la expansión de plantas de electrólisis y las economías de escala.

Orlando Villalobos, gerente comercial de Gama Mobility, destaca que “Chile busca alcanzar un costo inferior a 1,5 dólares por kilo para 2030. Eso lo haría más competitivo frente a los combustibles fósiles y más viable para ciertas aplicaciones específicas”.

Por otro lado, los autos eléctricos han visto caer el precio de sus baterías en más de un 80% desde 2010, según datos del Departamento de Energía de Estados Unidos. Esto ha impulsado su adopción masiva, sobre todo en el ámbito urbano.

Infraestructura: la columna vertebral de la transición energética

La existencia de una red sólida de infraestructura puede marcar la diferencia en la adopción masiva de estas tecnologías. En Chile, el Ministerio de Energía reporta más de 400 puntos de carga públicos para vehículos eléctricos, con una expansión constante en regiones como la Metropolitana, Valparaíso y Biobío.

Villalobos lo resume así: “La infraestructura para los autos eléctricos se está desarrollando rápidamente. Mientras tanto, la del hidrógeno está muy atrasada, lo que limita su uso a ciertos sectores industriales o flotas específicas”.

En efecto, el estudio “The Future of Hydrogen” de la IEA advierte que la adopción del hidrógeno verde en movilidad dependerá de la instalación de estaciones de carga a gran escala y de políticas públicas que fomenten su uso inicial en sectores industriales y logísticos​.

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¿Dónde gana cada una? Sectores con ventajas distintas

La eficiencia y bajos costos operativos de los autos eléctricos los hacen ideales para transporte urbano, servicios de delivery y uso particular. Marcas como Tesla, BYD o Hyundai ya dominan el mercado con modelos de amplio alcance y redes de carga cada vez más extendidas.

Pero el hidrógeno verde tiene un nicho en el que puede brillar. La alta densidad energética del hidrógeno y su rapidez de recarga lo convierten en una opción atractiva para el transporte de carga pesada, maquinaria minera, trenes de larga distancia y aviación. Airbus, por ejemplo, ya trabaja en prototipos de aviones comerciales propulsados por hidrógeno que podrían estar operativos a partir de 2035​.

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Un futuro más complementario que competitivo

La pregunta ya no es cuál es mejor, sino dónde es mejor. Como resume Villalobos, “el reto principal es reducir emisiones sin comprometer accesibilidad y rentabilidad”. Para ello, las dos tecnologías pueden coexistir, complementándose según el tipo de aplicación y la realidad geográfica.

En zonas urbanas, el auto eléctrico tiene la delantera. En cambio, para recorridos largos o cargas pesadas, el hidrógeno verde podría ser la alternativa más eficiente. El futuro del transporte no se decidirá en una pista de carreras, sino en una red de caminos compartidos.

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