Según una encuesta del Ministerio del Medio Ambiente de 2017, en Chile una persona produce en promedio 1,1 kilos de basura al día, mientras que el país alcanza unos siete millones y medio de toneladas de desperdicios al año. Pese a que ha habido avances con respecto a este tema, como la prohibición del uso de bolsas plásticas y la incorporación de más puntos limpios de reciclaje en algunas municipalidades, esta situación es la punta del iceberg de un problema mayor.
Desde unos años, han surgido iniciativas para adoptar un estilo de vida más sostenible, como la filosofía del zero waste (cero desperdicios), que ya tiene varios adeptos en el mundo. Basta googlear este concepto, para encontrar consejos e ideas para implementarlo en casa.
Si tuviéramos que explicarlo en fácil, podríamos decir que se basa en reducir el consumo de lo que se necesita, responsabilizarse por los desechos, compostar lo orgánico y reciclar lo demás. Pero va más allá de esto, pues lo que se busca es redefinir el sistema económico en el que vivimos.
Hace dos años, Camila Silva (29), diseñadora industrial, creó @nomedalomismo, una cuenta en Instagram con unos 10 mil seguidores, para mostrar su proceso de transición a un sistema de vida más consciente del impacto y la huella de su paso por el planeta.
Camila trabaja y vive en Ñuñoa, en una casa de un piso, con su esposo y su hija de siete años. Cada uno tiene su propia bicicleta, conviven con dos gatos, una compostera, y a simple vista, es un hogar común y corriente. “Nunca nos planteamos querer ser zero waste, con mi marido dijimos: ¿qué pasaría si dejamos de comprar cosas envasadas y nos hacemos cargo de nuestros desechos?”, cuenta.
Partieron en 2016 y, cuando llevaban dos meses, comenzaron a ver que habían reducido bastante la cantidad de residuos que generaban como familia. “De sacar dos sacos de basura a la semana, metimos todo en una bolsa muy chica y entendimos que era posible”, dice.
Camila asegura organizar todos sus desechos, situación que sorprende a sus vecinos. “A veces me preguntan ‘¿y usted no tiene basura?’ y les digo que no tengo, que composto lo orgánico o reciclo, deben creer que mi patio es un basural”, se ríe.
Camila es vegana y, si bien había comenzado a llevar una dieta basada en vegetales, cuando su familia eliminó los productos de origen animal, su basura disminuyó considerablemente.
“Antes teníamos un estilo de vida estándar, gastábamos unos cien mil pesos en supermercado mensual, más todo lo que uno va comprando de a poco, y ahora gastamos alrededor de ochenta mil pesos en alimentación”, comenta.
En su cocina no existe el típico basurero con bolsa que casi todas las casas instalan bajo el lavaplatos, en su lugar hay dos contenedores: uno para los residuos orgánicos y otro para lo que pueda reciclar. En el baño sólo hay un depósito para pañuelos, pues eso lo lleva a la compostera, mientras que los desechos de papel higiénico van al WC. Además, prepara su propia pasta de dientes, desodorante y limpiador multiuso.
En su casa se organizan para hacer las compras de harinas, legumbres y granos a granel a un proveedor que ella contactó directamente o acuden a tiendas especializadas. “Me gusta saber de dónde vienen los productos, me tranquiliza”, confiesa.
Normalmente va dos veces al mes a la feria para comprar frutas y verduras porque “a medida que se acaban las cosas, vamos viendo. Jamás voy a ir a un supermercado, en una emergencia, prefiero una verdulería cercana”, explica.
Para este grupo familiar en Ñuñoa, el interés por evitar generar desperdicios nació asociado a la basura domiciliaria, pero finalmente los llevó a hacer varios cambios en su vida cotidiana y a tomar decisiones sobre diferentes temáticas.
“Empiezas a cuestionarte cómo te vistes, de qué forma consumes, más allá de la comida, cómo se fabrican los productos de higiene personal, el transporte, la ropa que usas, quién la hizo, la huella que tiene antes de llegar a mí, qué voy a hacer con lo que sea que tenga cuando deje de servir, cuánto va a durar”, detalla entusiasmada.
Para ella, una parte difícil de asumir estos cambios ha sido lograr que su familia extendida entienda cómo quieren criar a su hija. “Me cuesta que comprendan que no es un regalo bonito darle comida chatarra, o una caja de leche”.
Ella misma prepara las colaciones del colegio de su hija y reconoce que gasta poco tiempo. “A veces me dicen ‘¿no te complica mandarle eso?’, pero para mí es más difícil conseguir algo que no tengo, porque en hacer bolitas de cereal me demoro media hora”.
En general, para su hija, que ya cursa segundo básico, las decisiones de sus padres son parte de su día a día e, incluso, ella misma también ha originado pequeños cambios en su colegio.
“Desde que estaba en kínder, yo le pedía que me trajera los envases de yogur lavados para llevarlos a la compostera, pero la profesora no la dejaba hacerlo y me mandaron a llamar porque la niña estaba ensuciando su mochila con yogur y no hacía caso”, relata.
Sin embargo, luego de que Camila le explicó a la profesora, ésta instó a otros alumnos a hacer lo mismo, e instalaron un punto limpio dentro de la sala para reciclar. “Todo lo que hacemos en la casa es lo que mi hija va a replicar a futuro, y eso es lo que me queda a mí”, sentencia.
En Colombia, Mariana Álvarez (35) a través de su cuenta @marianamatija en Instagram, con más de 15 mil seguidores, y creadora del blog Cualquier cosita es con cariño, comparte información y reflexiones acerca de este estilo de vida.
Si bien cuando era pequeña participaba de un club ecológico con otros niños, de grande sabía que tenía que hacer algo, pero no se considera del todo zero waste. “Me propuse vivir con tan poca basura como sea posible”, explica en su charla TED disponible en Youtube.
Junto a su pareja, genera alrededor de dos kilos de basura al año, mientras que en ese país el promedio anual es de 240 kilos por persona. “Compartimos la misma búsqueda de reducir nuestra huella ambiental, y dejar de producir basura es una herramienta para lograrlo”, comenta a Nueva Mujer.
“Es absolutamente compatible con la vida moderna, a mí me encanta la ciudad e Internet y creo que esto no va en contravía con eso, sino que la tecnología nos permite encontrar la manera de disfrutar la vida sin acabar con nuestro entorno”, agrega.
En su experiencia, al principio fue complicado adaptarse, pero luego, a través de la práctica, el proceso se volvió un hábito. “La gente se quiere convencer de lo contrario para no tener que replantearse una vida diferente”.
“No es como que haya dicho ‘ay, qué genial, voy a vivir con menos basura’. Ya hay suficiente evidencia de que el mundo, como está ahora, no es sostenible y empiezas a reflexionar”, dice.
Además de la basura, para Mariana esta problemática involucra repensar el sistema como ya lo conocemos. “Este asunto es un problema sistémico, no es sólo la basura, no es sólo la carne, no es sólo andar en auto; esto es un tema más grande que tiene que ver con reflexionar en torno al consumo”.
Desde hace un tiempo Mariana publicó en su blog que comenzaría a usar un frasco de vidrio de unos 750 ml para guardar allí los desechos que no puede reciclar, ni compostar, y se estaba demorando entre seis y siete meses en llenar el basurero de la cocina.
“Fue un experimento para dar cuenta de que normalmente la basura la guardamos en una bolsa negra, en un recipiente opaco, porque no la queremos ver. En cambio ahora estoy obligada, cada vez que voy a guardar algo, a recordar todo lo que he metido ahí y eso no pasa con un basurero convencional”, asegura.
El ejercicio del envase transparente le permitió ver todo lo que iba botando y afinar su percepción, al mismo tiempo que iba publicando el proceso en sus plataformas. “El frasco me llevó a pensar cuando compraba algo: prefería lo que tenía un empaque de menos volumen”.
Además de sus prácticas diarias y la tarea de difusión por medio de su blog, Mariana decidió no tener hijos, a diferencia de Camila. “Hay evidencia de que la biomasa de humanos ha superado la de otras especies y para ser coherente con lo que pienso, tomé la decisión de no reproducirme”, finaliza.
En torno a vivir de manera sostenible suele haber varios mitos, algunos creen que es caro, complicado y que quita tiempo.
Marcela Godoy, presidenta de la Asociación de Consumidores Sustentables AdC Circular, comenzó con un programa en el que ya han participado 46 personas para transformar sus hábitos de consumo. Para ella, la clave está en responsabilizarnos de nuestras acciones.
Si bien implica asumir ciertas responsabilidades como compradores, los beneficios son mayores. “Es un mito que es más caro. Vivir de manera consciente y cero residuos ayuda al bolsillo, comemos más saludable y colaboramos menos al calentamiento global”.
Según la experta, el proceso de consumo compromete una mirada sistémica, o global, pues involucra a todos los actores de la sociedad. “Las personas tendemos culpar a las empresas de que contaminan, o al Estado de que no hace leyes para protegernos, pero no es sólo tarea de la mamá o el papá, es un trabajo en conjunto, multisectorial”, dice.
Crea tu propio desodorante en casa
Para comenzar a vivir sin desperdicios, puedes partir por preparar tu propio desodorante casero con ingredientes muy fáciles de obtener. Receta de @nomedalomismo.
Ingredientes:
Aceite de coco, bicarbonato y almidón de maíz (se puede reemplazar por maicena o chuño) en partes iguales.
Instrucciones:
- Disponer el aceite de coco en un pocillo.
- Agregar el bicarbonato y el almidón de maíz.
- Revolver hasta lograr una textura cremosa.
- Guardar en un frasco.
Te recomendamos en video: