Desde los inicios de la investigación especial, científicos y astrónomos de la NASA y otras agencias espaciales han estudiado las posibilidades de que alguna amenaza en el espacio pueda destruir a la Tierra. Parece de mal agüero, pero las indagaciones han sido necesarias para entender a qué podríamos enfrentarnos en el futuro.
En esta oportunidad, vamos a explicar con detalles las tres más grandes amenazas que podrían originarse por objetos espaciales y que protagonizarían escenarios en los que nuestro planeta sería devastado.
Impacto contra la galaxia Andrómeda
Si bien Andrómeda está a 2,5 millones de años luz de la Tierra, como explica un informe publicado en el sitio web de El Clarín, es la mayor galaxia de nuestro Sistema Solar y está en una trayectoria que preocupa a los científicos: se dirige directamente hacia la Vía Láctea.
Lo peor de la dirección que tiene la galaxia Andrómeda es que, inminentemente, en algún momento de nuestra historia impactará contra nuestra galaxia y, justo antes de que lo haga, se apoderará del cielo nocturno.
Afortunadamente para esta y venideras generaciones, este evento ocurrirá dentro de unos 3.000, 4.000 o 5.000 millones de años.
Megacometa
En 2021 se registró la aparición del mayor cometa de la historia, el C/2014 UN271, con 137 kilómetros de diámetro, un enorme y helado núcleo y una masa 100.000 veces mayor que la de un cometa promedio. Su tamaño lo hizo merecedor de recibir la clasificación de planeta menor.
Para la fortuna de la Tierra, los pronósticos de los astrónomos indican que este megacometa no se acercará más de 1.600 millones de kilómetros a nuestro planeta cuando realice su máxima aproximación en 2031.
¿Pueden venir luego más cometas que pongan en riesgo el futuro de la humanidad? La ciencia aún no tiene la respuesta.
Gran tormenta solar
¿Podría ser destruida la Tierra por una gran tormenta solar? Los expertos aseguran que el campo magnético del planeta y la atmósfera aislante nos mantienen extremadamente bien protegidos, incluso de los estallidos solares más poderosos.
Lo que sí puede provocar una tormenta solar es poneren peligro los satélites y los sistemas de comunicación como los radares, pero la radiación más dañina se absorbe en el cielo mucho antes de tocar la piel humana. Lo más grave que podría ocurrir sería una paralización global en los servicios de internet.
Por ejemplo, la tormenta geomagnética más potente de la historia moderna, el Evento Carrington, se produjo en 1859, mucho antes de la llegada del Internet. Si se repite una tormenta de su magnitud, estaríamos ante un blackout que podría durar meses, pero las probabilidades son muy bajas.