* Periodista especializado en cine, programador de Sanfic y comentarista en Radio Cooperativa.
Desde su estreno mundial en Londres, hace ya casi cuatro décadas, en más de una ocasión rondó la idea de adaptar al cine el popular y exitoso musical «Cats», del reconocido compositor británico Andrew Lloyd Webber, de quien hasta ahora ya habían pasado a la pantalla grande con buenos resultados, en 1973 «Jesucristo Superestrella», y en 1996, «Evita», aunque en 2004 la versión de Joel Schumacher para «El fantasma de la ópera» fue una decepción para la crítica y el público.
Aún más severa ha sido la recepción para «Cats», que ya desde que se dio a conocer su primer tráiler fue recibida con burlas y memes en las redes sociales, especialmente a causa de los efectos digitales y de maquillaje para lograr que su elenco luciera como si fueran felinos antropomorfos. De manera implacable, sin siquiera haber visto la película, muchos vaticinaron que sería elegida la peor del año, y ahora que finalmente está en los cines, lo han reafirmado con despiadados y sardónicos comentarios.
¿Es efectivamente un fiasco tan fallido como se está proclamando en distintas latitudes? En verdad, me parece que no es para tanto. Efectivamente, lo que verán los espectadores difícilmente pasará a la historia como un musical fílmico logrado y memorable, pero tampoco es un bodrio absoluto como algunas críticas hacen ver. Buena parte de la responsabilidad la tiene sin duda su director: hace casi diez años el inglés Tom Hooper ganó el Oscar y cosechó muchos premios con «El discurso del rey», pero en 2015 no convenció del todo con «La chica danesa», y antes de eso, en 2012, su anterior incursión en este género, adaptando el también muy afamado «Los miserables», no era particularmente inspirada y si se salvó fue especialmente gracias a la contagiosa energía y potencia de sus melodías que ya son clásicos, y por el entusiasmo de sus actores.
Uno de los talentos incuestionables de Hooper en sus largometrajes es siempre su despliegue visual, y en este caso nuevamente hay un atractivo trabajo en el diseño de producción de Eve Stewart, tanto en los interiores como en las escenas que salen a las calles londinenses. Pero a la hora de desarrollar la historia y sus personajes, el director no logra generar una sensación orgánica, fluida y con ritmo consistente; ese era un riesgo muy probable considerando que uno de los cuestionamientos que siempre ha recibido «Cats» como musical ha sido su línea narrativa, al ser, prácticamente, una serie de números y escenas más que un relato continuo con protagonistas claros. Por eso, a pesar de los avances que intenta el hábil guionista Lee Hall (el mismo de «Billy Elliot» y «Caballo de guerra», que este año se lució con su ingeniosa labor en otro filme musical, «Rocketman»), todo se queda como un bonito y excéntrico espectáculo, que a menudo roza el ridículo y hasta lo esperpéntico, pero se salva por la música de Lloyd Webber y las interpretaciones de algunos de los integrantes de su ecléctico elenco. ¿Es mejor de lo que se dice, o en verdad es un épico fracaso artístico? Una vez más, el público decidirá.
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