- Periodista especializado en cine, programador de Sanfic y comentarista en Tele 13 Radio.
Como se ha comentado bastante en este último tiempo precediendo el estreno del que sin duda es uno de los títulos más esperados de 2017, en su debut hace 35 años el «Blade Runner» original no fue un suceso ni generó un consenso inmediato entre público y crítica, y fue sólo a través del paso de los años que fue creciendo su merecido estatus de cinta de culto. Por sus notables logros visuales y los alcances humanistas de sus personajes e historia, es un hito ineludible en el cine contemporáneo, y quizá por lo mismo la posibilidad de una secuela era tan tentadora como arriesgada, y como suele ocurrir con las segundas partes, podía ser un fiasco o un acierto, pero además generar la inevitable pregunta: más allá de sus posibilidades comerciales y publicitarias, ¿era necesaria?
La respuesta definitiva la tendrán los espectadores, pero desde ya hay que señalar que en «Blade Runner 2049» el resultado supera bien las expectativas. Con el director del filme original de 1982, Ridley Scott, ejerciendo ahora como uno de los productores ejecutivos, el desafío estaba en manos de un realizador que en los últimos años ha desarrollado una de las carreras más ascendentes e interesantes del panorama fílmico internacional: el canadiense Denis Villeneuve, el mismo de trabajos tan valiosos como «Incendies», «Sicario» y «La llegada».
Con una trama que sigue una línea bastante parecida a la de la primera «Blade Runner», se desarrollan hechos que ocurren tres décadas después y que se enlazan de aceptable manera con la original. Los aspectos que más brillaron en 1982 tienen aquí una sólida continuidad: el diseño de producción de Dennis Gassner es excelente, y es realzado con las nuevas maravillas que consigue uno de los maestros contemporáneos de la dirección de fotografía, Roger Deakins, acá luciéndose una vez más en el uso de las luces y sombras, los contrastes, penumbras y colores. A su vez, la banda sonora de Benjamin Wallfisch y Hans Zimmer recupera el tono y atmósfera de la ya legendaria partitura de Vangelis, e incluso se permite más de un acertado guiño a ésta. También destaca el buen elenco convocado, encabezado por un convincente Ryan Gosling y con el veterano Harrison Ford retomando en buena forma su rol de Deckard en un enésimo y arriesgado regreso a uno de sus personajes ya míticos, como ya lo hiciera con Indiana Jones y Han Solo.
Afortunadamente Villeneuve no se conforma con un simple ejercicio de nostalgia, y va mucho más allá de eso. Sin embargo, quizá pudo haber sido aún más conciso (no se justifica por completo la duración de más de dos horas y media), algo que se hace más notorio porque aunque hay algunos logrados momentos de acción acá se privilegia el diálogo, la observación, los detalles y los silencios, lo que se hace notorio sobre todo en la primera parte del metraje, que no avanza con tanta fluidez y ritmo. Pero de todos modos el cineasta sale airoso de una empresa no menor y casi milagrosa (como lo que plantea el argumento): hacer una secuela digna y estimulante, que no empalidezca, desentone ni parezca una copia frente al filme de 1982. ¡Qué alivio para los cinéfilos!
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