- Periodista especializado en cine, programador de Sanfic y comentarista de Radio Zero.
Aunque la cartelera local continúa nutriéndose de atractivos títulos nominados al Oscar -esta semana se suma «Nada que perder», nominada a cuatro estatuillas, incluyendo mejor película-, no todos los estrenos giran en torno a los premios de la Academia de Hollywood, y es así como hoy debutan dos secuelas: una, en verdad es un «spin-off» (producción derivada de otra anterior a partir de uno de sus personajes), y la otra es directamente una segunda parte.
El spin-off es «Lego Batman: La película», que llega tres años después de «La gran aventura Lego», una de las buenas sorpresas animadas del último tiempo, que contra todo pronóstico escéptico entretenía y hacía reír con ganas por su simpatía y el ingenio y dinamismo de su guión. Uno de los personajes que mejor funcionaba en su sátira era Batman, y ahora se estrena su propio filme, primer largometraje de animación dirigido por Chris McKay, donde aparecen casi todos los personajes del reconocible universo de este superhéroe, pero en tono de sátira.
A pesar de contar con prácticamente los mismos ingredientes, el resultado no logra la misma altura y se alarga más de lo necesario. Hay que reconocer que algunos de sus chistes son en verdad inspirados y divertidos, y que los guiños y bromas en torno al pasado icónico -y especialmente cinematográfico- del hombre murciélago son muy acertados, pero en general no va más allá de eso y hasta agota un poco su ritmo histérico y desbordado.
A su vez, dos años después de la publicitada adaptación literaria del best seller erótico «Cincuenta sombras de Grey», ahora es el turno de su secuela, «Cincuenta sombras más oscuras», y luego de los mediocres y tibios resultados de la directora británica Sam Taylor-Johnson en la primera parte, ahora se convocó a un realizador más veterano y quien aunque hace una década que no filmaba un largometraje, cuenta con un buen curriculum: el estadounidense James Foley, responsable de recordadas cintas de los años 80 y 90, como «Vivir para contar», «¿Quién es esa chica?» y «El precio de la ambición».
Pero aunque Foley haya dirigido previamente a prestigiosos actores como Sean Penn, Al Pacino, Jack Lemmon, Kevin Spacey, Gene Hackman y Dustin Hoffman, no es mucho lo que puede hacer acá con el material disponible, partiendo por sus insulsos protagonistas.
Como en el primer filme, en un principio da la impresión de que el desarrollo será fluido y ligero, pero pronto la estética publicitaria, el imparable desfile de baladas románticas o con onda «sexy» y las mecánicas y pretendidamente fogosas escenas eróticas que parecen seguir una pauta o una receta de manual, terminan por lograr lo que parecía imposible: que las casi dos horas de esta secuela sean incluso más monótonas, reiterativas y descafeinadas que el original.
Aunque a juzgar por la entusiasta y risueña respuesta de la audiencia femenina que llenó la sala donde se mostró a la prensa, nada de eso será obstáculo para el disfrute del público objetivo de este tipo de productos, que ya ha devorado los libros que los inspiran. Los demás, mejor abstenerse.
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