Hace 200 millones de años que la araucaria araucana reina como una de las especies arbóreas más longevas del mundo. Desde allí hasta ahora, han visto desde la megafauna de dinosaurios en el Jurásico hasta la aparición del hombre, el mismo que en 70 años, fruto de su contaminación, está a punto de hacerla desaparecer.
A fines del año pasado se declaró en peligro de extinción a la araucaria araucana de la Cordillera de Nahuelbuta, que prolifera entre la zona del Parque Nacional de Nahuelbuta y la Villa Las Araucarias. En este último poblado, de hecho, crece uno de los patrimonios naturales más importantes de Chile: una araucaria que, pese a ser de la misma especie, apenas llega a los 20 metros, y no a los 50 de la que son capaces las demás.
Uno de los más preocupados por la situación de las «araucarias enanas» es el director de Ciencias Agronómicas y Recursos Naturales de la Universidad de la Frontera, Rubén Carrillo. Y no es para menos: en los últimos 16 años se han perdido cerca de 30 mil hectáreas del milenario árbol, la mayoría de ellos en la zona de la cordillera de la costa, según cuenta.
De hecho, de las 245 mil hectáreas de araucarias que habría en Chile, apenas unas ocho mil hectáreas permanecerían en la Cordillera de Nahuelbuta. Por lo mismo, y pese a que las araucarias de los Andes se declararon vulnerables hace ya décadas, Carrillo es claro en las prioridades. «La mayor preocupación del Estado chileno debe estar en la costa, y más aún en la localidad de Villa Las Araucarias», dice.
El experto incluso señala que, en caso de no rescatar el ecosistema, la araucaria enana «desaparecería completamente en 50 años». «Son tremendamente importantes porque tienen un patrimonio genético único y me preocupa que en el extranjero se le tome la importancia y en Chile no», dice tajante Carrillo.
Lo de Villa Las Araucarias bordea el punto de no retorno. En 1950, se estima que habían unas mil hectáreas de «enanas» cerca de la localidad y alrededores. Hoy, en cambio, hay menos de 40. ¿Qué las está matando? «No son los insectos los causantes de su muerto, eso ya está probado, sino simplemente el cambio climático», explica el experto.
La Universidad de la Frontera ideó un plan piloto para intentar recuperar a la singular especie. En la villa, delimitaron una zona donde están intentando recuperar su hábitat original. Para eso no solo plantan las araucarias, sino que también los árboles que la acompañan.
«La restauración ecológica implica, por ejemplo, plantar mirre y calafate. Es una de las mejores posibilidades de recuperar el suelo y la vegetación que las acompaña. Las medidas deben ser concretas y urgentes, espero que la COP 25 sea un llamado de atención para el Gobierno y que tome cartas en el asunto», cierra Carrillo.