La brecha salarial es un problema que carcome al mercado laboral chileno. Uno, porque implica una desventaja de entrada para la mujer que se somete obligadamente a una realidad hostil y, dos, porque parece una ecuación sin solución.
No importa el rubro ni el nivel educacional, al menos en las cifras, para que las mujeres chilenas puedan lucir una remuneración parecida a la de sus pares hombres. Eso, porque la encrucijada incluso castiga con más dureza a quienes dedican más años para estudiar y especializarse.
Eso lo confirmó un estudio del Observatorio Laboral Metropolitano, iniciativa liderada por el Sence, el Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica y la Otic Sofofa, que, a partir de los datos de la Encuesta Nacional de Empleo 2018 y la Encuesta Suplementaria de Ingresos 2017, constató que a mayor nivel educativo, el dilema se pone aún más cuesta arriba para las mujeres.
La brecha de género a nivel nacional se ubica en el 29,3%. Eso, porque los hombres perciben unos $637 mil de remuneración mensual versus los $450 mil para las mujeres. Esa cifra se eleva para el caso de la Región Metropolitana, que exhibe una brecha de 31,8% ($748 mil para hombres, $510 mil para mujeres).
Pese a que las cifras son brutales, aún hay quienes les bajan el perfil diciendo, por ejemplo, que las mujeres por conceptos de maternidad y cuidados trabajan menos horas que los hombres, antecedente que trastocaría el análisis. Pero no: si se contrasta sólo el pago por hora trabajada, una mujer gana un 21,3% menos que su par masculino ($4.229 contra $3.328) en Santiago.
La realidad demuestra que ellas están a merced de un sistema similar a un laberinto sin salida. Una mujer que cursa la enseñanza media completa ganará un 15% menos por hora trabajada que un hombre ($2.559 versus $3.016). En cambio, para una mujer profesional, o que le dedicó aún más años para conseguir el postgrado, la brecha se empina sobre el 30%.
Una mujer doctorado gana hoy en la Región Metropolitana poco más de $9.700 por hora trabajada, según constató el Observatorio. ¿Un hombre con los mismos estudios? Más de $14 mil.
«En general, las mujeres no han tenido acceso a cargos mejor pagados, a pesar de contar con las mismas credenciales profesionales que los hombres. Al 2017, según la Encuesta Nacional de Empleo, en la región Metropolitana solo un 23% de mujeres se ocupaba cargos directivos o miembros del poder ejecutivo, lo que constata que las mujeres pese a tener la formación necesaria, no acceden a estos puestos», dice María de los Ángeles Morandé, coordinadora del Observatorio Laboral.
En la RM hay 1,8 millones de hombres trabajando y 1,5 millones de mujeres. Y, pese a la diferencia en número, la cantidad de postgrados masculinos ocupados son 45 mil, mientras las mujeres alcanzan las 36 mil.
Problema transversal
No importa si se trata de los empleos mejor o peor remunerados. Dentro de los trabajos con mayor ocupación en Santiago están los vendedores de quioscos o puestos de mercado. Un hombre en ese puesto gana $378 mil de remuneración promedio, mientras una mujer sólo percibe $155 mil, lo que representa una brecha del 46%.
¿Y si la disputa está por el sillón de un alto cargo ejecutivo? Lo mismo: una gerente de empresa, cualquiera sea el rubro, ganará un 35% menos por el sólo hecho de ser mujer. Un médico, por ser hombre, gana poco más de $3 millones, mientras su par femenino apenas roza los $2 millones de pesos (-34,5%).
Isaías Sharon, psicólogo laboral y director ejecutivo de Smart Coach, señala que «hoy en día una mejor educación no asegura la movilidad social, dado que la educación superior y los posgrados se han vuelto un comodín, mientras que las rentas de los profesionales disminuyen al haber mayor demanda».
«La brecha no tiene ningún fundamento, responde claramente a la discriminación de género. Y no solo guarda relación con un asunto cultural, sino que con cómo se hace la gestión de una organización, donde históricamente se ha entendido al hombre como quien provee económicamente. El tema a resolver es cómo se mejora la cultura organizacional orientado a mejorar los resultados productivos, al aporte real de las personas, y no a su género», agrega Sharon.
A eso se agrega que en la Región metropolitana la participación de la mujer es del 52%. «Dentro de las razones de inactividad, en un 32,4% de los casos se debe a encontrarse realizando quehaceres del hogar, versus un escaso 1,6% de hombres que no trabaja por esa razón. Así también, un 14,1% de mujeres no participa por estar cuidando hijos o a un tercero, cifra que alcanza apenas un 0,9% en el caso de los hombres. Eso demuestra que la distribución de labores domésticas sigue siendo asumida por la mujer», enfatiza Morandé.
El mundo como vara, ¿y una solución a la australiana?
A nivel internacional existe lo que se llama el Índice Global de Brecha de Género, que elabora el Foro Económico Mundial. Allí, Chile posee el pobre puesto 63º. Los mejores ubicados son Islandia (1º), Noruega (2º) y Finlandia (3º), países donde la diferencia en remuneraciones es casi nula.
Eso sí, el problema no es cuestión del tercer mundo únicamente. En Alemania, por ejemplo, la brecha salarial es del 21%, mientras que en Francia se sitúa en el 9% y en España tienen una realidad muy parecida a lo que se ve en Santiago, con un 30%.
El diputado Eduardo Durán, miembro de la Comisión de Trabajo de la Cámara, señala que desde el Ejecutivo se estudia un proyecto para implementar un modelo a la australiana, donde cada empresa u organización se vea obligada a hacer pública su propia brecha salarial según plana laboral.
«Este mecanismo consiste en visibilidad las brechas, mediante la difusión de cuánto gana un hombre y cuánto gana una mujer en sus respectivos cargos, y justamente con este tipo de acción Australia logró disminuir la brecha salarial, y además, aumentar el doble de la cantidad de empresas que tienen equidad salarial”, explica Durán.
«Este modelo consiste en una ley que obligue a visibilizar las brechas que existen en las empresas en todo sus ámbitos y esto permite tener una medición efectiva de la situación laboral al interior de las entidades (…) La idea es que en Chile se implemente un mecanismo similar», afirma el diputado.