El año 2009 era el último año del primer mandato de Michelle Bachelet, las reformas educacionales movilizaban a los secundarios en las calles y el virus AH1N1 mantuvo a todo el país en vilo durante meses.
Eso no fue todo: se reactivó el Volcán Chaitén, se vivió una fiebre mundialera mientras la Selección de Bielsa se preparaba para el Mundial de Sudáfrica y el puente Huaquén estuvo en boca de todo el país porque resistió digno a una carga de dinamita con la que el MOP intentó derrumbarlo.
Varias cosas han cambiado en los últimos diez años: los chilenos pasamos de los 8.700 dólares per cápita a poco más de 13.600, a la vez que la pobreza pasó del 29% al 8,6%, aunque los salarios y la desigualdad no han seguido la misma senda.
Además, la inmigración está por estos días en pleno boom. Por ejemplo, está la población venezolana: en 2009 se otorgó 337 residencias definitivas a migrantes de ese país, mientras que el último registro del Departamento de Extranjería sumó otras 11.819 residencias.
La pregunta es, ¿sólo eso ha cambiado? Al menos el solo ejercicio de vivir en la ciudad dan cuenta de que los últimos años han sido más que movidos.
Hace 10 años, el pasaje del Metro en hora punta, que ahora subió a $800, por ese entonces costaba $420. Ni hablar de tentarse con comida en la calle: los completos de carrito pasaron de $350 a los mil pesos en diez años, mientras las clásicas sopaipillas crecieron cuatro veces su precio, de $50 a $200 cada una.
La tecnología también cambió la forma de relacionarnos. En 2009 en Chile se comenzó a masificar el uso del smartphone con el primer iPhone, que llegó a Chile a $159 mil. Por estos días, en cambio, su uso es indispensable, con hardwares y cámaras más potentes que elevan el precio del último modelo -el xs- sobre el millón de pesos.
Castigo a la billetera
Llevar la once a la mesa tampoco es lo que era. El kilo de palta salía unos $1726 en supermercados, mientras que a principios de este año se cotiza sobre los $3200.
Ni hablar de las cosas más relevantes. El sueño del departamento propio se volvió una tarea cuesta arriba. TocToc.com da cuenta de que un inmueble de 60 m2 en Santiago salía en promedio 2.120 UF ($58.403.646), pero, diez años después, el valor se disparó a los 3.750 UF ($103.308.337).
El arriendo es igual de contundente: la renta mensual se triplicó, de $110 mil en un departamento de 40 m2 en el centro de Santiago en 2009 a los $360 mil en la actualidad.
El economista de la U. Central Rodrigo Saldías, explica que «eso de debe fuertemente a la demanda. La gente está privilegiando la plusvalía de los inmuebles. El Transporte, más allá de su discusión técnica, aumentó también por la alta inversión que se ha puesto en marcha».
“No existe ninguna explicación económico racional desde algún supuesto económico que dé cuenta del alza de precios», dice Felipe Ulloa, ex consultor de la Cepal en desarrollo e infraestructura. “Habría que buscar alguna fórmula de hacer crecer el sueldo de las personas para que no se pierda el poder adquisitivo y no queden rezagadas”, agrega.
El experto cree que el ajuste de los salarios según el IPC ya está obsoleto, puesto que el costo de vida rebasa fácilmente la inflación. Lo mismo cree Saldías, quien se cuestiona si las empresas agregan el ajuste de la productividad del trabajador en la ecuación de las remuneraciones.
Factor social
¿Ha cambiado algo en la sociedad en 10 años? Mauricio Salgado, director de la carrera de Sociología de la Universidad Andrés Bello, cree que sí.
«Uno debiera fijarse en tres elementos: pobreza e ingreso, la inmigración y la religiosidad y debates valoricos», cree el sociólogo.»Chile crece mucho en términos de crecimiento económico, pero seguimos con el lastre de todos los países latinoamericanos: la desigualdad», opina Salgado.
El debate sobre la meritocracia también se ha vuelto central, según el experto. «uno debiera preguntarse cuan cierto es el discurso que estamos dando a las generaciones más jóvenes. Ese de si el esfuerzo y la constancia aseguran un mejor futuro».
La inmigración afrocaribeña, que cambió a los peruanos y bolivianos por el arribo de venezolanos, haitianos y colombianos, es otro pilar del «nuevo Chile». Según el sociólogo, la llegada de personas «trae consigo desafíos, porque ocurre en un país con tradición discriminadora», opina.
A pesar de que el pan y la leche aumentaron más de un 30% su precio en 10 años, o que estudiar ingeniería comercial podría ser incluso dos millones de pesos más caro, otro de los pilares del último tiempo ha sido la religiosidad. «En 2010 explotó el caso Karadima y toda la avalancha que trajo consigo. Los católicos en 2008 eran el 69% y el año pasado, según la Cep, bajaron al 55%», afirma el sociólogo.