Pareciera que se vive un furor absoluto por subastar objetos de culto en esta temporada navideña. Primero vimos el anuncio del evento para competir por el sable de luz de Luke Skywalker y ahora vemos que ni Einstein se salva de esta vorágine.
¿Creía Albert Einstein en Dios? Al famoso físico se le preguntó reiteradamente sobre sus creencias numerosas veces en su vida
Existe una famosa carta escrita por el genio científico. Redactada por allá de enero de 1954, un año antes de su muerte, en donde el ilustre maestro desde Princeton habla sobre Dios, la biblia y lo que piensa de ambas ideas
Einstein escribió la carta a su hermana tras irse a la clandestinidad en 1922 luego que el ministro de Exteriores de Alemania, quien era judío, fue asesinado por extremistas de derecha. La policía había advertido al científico judío que su vida también podía estar en peligro.
La palabra «Dios» para mí no es mas que la expresión y el resultado de la debilidad humana. La Biblia es una colección de leyendas venerables pero primitivas.
Son las frases que convirtieron la misiva en objeto de culto. Y según reporta el Independent, fue motivo suficiente para que la casa de subasta Christie’s organizase un evento exclusivo sólo para ella.
Al final, la carta terminó teniendo un valor mucho más elevado del esperado. Ya que la puja por quedársela fue escalando hasta niveles de locura.
En la ronda definitiva, el mejor postor terminó quedándose con el objeto, no sin antes aceptar pagar USD $2.892.500.
En sus estimaciones originales se proyectaba que la carta de Einstein podría venderse por USD $1,5 millones a lo sumo.
Al final se duplicó la estimación.
Aquí está la carta completa:
Querido Sr. Gutkind,
Inspirado por la repetida sugerencia de (Luitzen Egbertus Jan) Brouwer, leí mucho sobre tu libro, y muchas gracias por enviármelo. Lo que más me impresionó fue esto: con respecto a la factual actitud hacia la vida y la comunidad humana tenemos mucho en común. Tu ideal personal con su anhelo de libertad libre de los deseos orientados al ego, para hacer la vida hermosa y noble, con un énfasis en el elemento puramente humano. (Esto nos une en tener una «actitud antiestadounidense»).
Aún así, sin la sugerencia de Brouwer, nunca me hubiera sido posible engancharme intensamente con su libro, pues está escrito en un lenguaje inaccesible para mí. La palabra Dios es para mí nada más que la expresión y producto de la debilidad humana, la Biblia, una colección de honorables, pero aún primitivas, leyendas que de cualquier manera son bastante primitivas. No hay interpretación, sin importar cuán sutil, que pueda cambiar esto para mí. Para mí la religión judía, como todas las demás religiones, es una encarnación de la superstición primitiva. Y la gente judía, a la que orgullosamente pertenezco, y a los cuales tengo una profunda afinidad con lo que pienso, no tiene ninguna cualidad diferente para mí que todas las demás personas. En lo que refiere a mi experiencia, tampoco son mejores que cualquier otro grupo humano, no obstante que están protegidos del peor de los cánceres por una falta de poder. De otra manera, no veo nada «elegido» en ellos.
En general encuentro doloroso que tú digas tener una posición privilegiada e intentas defenderla con dos muros de orgullo, uno externo como hombre y uno interno como judío. Como hombre tú declaras, por así decirlo, una dispensación de la causalidad que de otra manera sería aceptada, como judío el privilegio del monoteísmo. Pero una limitada causalidad deja de ser cualquier tipo de causalidad, tal y como originalmente nuestro maravilloso (Baruch) Spinoza reconoció con toda claridad. Y las interpretaciones animistas de las religiones de la naturaleza en principio no son anuladas por la monopolización. Con todos estos muros solamente podemos atraer autoengaño, pero nuestros esfuerzos morales no se amplían con ellos. Sino al contrario.
Ahora, que abiertamente he hablado sobre nuestras diferencias en cuanto a convicciones intelectuales, es claro para mí que somos bastante cercanos en otras cosas esenciales, por ejemplo; en nuestras evaluaciones del comportamiento humano. Lo único que nos separa es el relleno intelectual o la «racionalización» en el lenguaje de (Sigmund) Freud. Por eso creo que nos entenderíamos bien si habláramos sobre cosas concretas.
Con cariñosos agradecimientos y buenos deseos,
Tuyo,
A. Einstein.