Horas después de su reinauguración, tras los daños que sufrió con la realización de la Fórmula E, la escultura “Unidos en la gloria y en la muerte” de Rebeca Matte fue vandalizada. Según captaron las cámaras de seguridad de la Municipalidad de Santiago, un desconocido rayó la pieza de bronce instalada en el frotis del Museo Nacional de Bellas Artes.
Ayer, el subsecretario del Patrimonio Cultural, Emilio de la Cerda, anunció acciones legales contra quienes resulten responsables.“La ley de Monumentos Nacionales tiene penalizadas esas conductas, así que gracias a las cámaras de seguridad del Museo de Bellas Artes podremos dar con el responsable y querellarnos”, señaló.
El atacante, de acuerdo a la Ley N° 17.288, se expone a una «pena de presidio menor en sus grados medio a máximo y multa de 50 a 200 unidades tributarias mensuales».
Lo ocurrido con la obra de Matte se suma a los daños que en el mismo lugar sufrió La Patata de Federico Assler, lo que precipitó su traslado. Hace unos meses, en tanto, en Copiapó fueron robados los leones que acompañaban la estatua de Juan Godoy.
«Hay desamparo y vulnerabilidad de los bienes públicos. No están protegidos. El deterioro es acumulativo, todo lo que se han robado en los últimos diez años empieza a manifestar en una miseria. Los grandes palacios del centro de Santiago han perdido sus ornamentos de bronce», indica Sebastián Gray, profesor de la Facultad de Arquitectura UC.
«Es un proceso generacional, que se ha acumulado a lo largo de dos tres generaciones. Tiene que ver con la esencia misma del Chile que hemos construido, no cabe ninguna duda de que las circunstancias históricas, políticas y económicas de los últimos cuarenta años tienen mucho que ver con el surgimiento de un grupo anómico», añade el director de Espacio Público, quien inscribe lo que ocurre en Santiago como un fenómeno inédito.
«Lo que es curioso es que hay un profundo desprecio contra la belleza y lo público al mismo tiempo. Hay una intencionalidad específica de atentar contra aquello es que considerado bello. Se perdió completamente la capacidad de controlar a las personas antisistema. La única vez que he vi algo así fue en Sao Paulo, pero si uno viaja por Lima, Bogotá o Buenos Aires, no existe el nivel de destrozo que hay en Santiago», indica el especialista.
«El problema es a dos bandos: uno de este grupo anómico, sobre el que hay que hacer una reflexión profunda. Y por otra parte un Estado que es incompetente, que no es capaz de ejercer un nivel de control y castigo como ocurre en otras partes del mundo. No hay castigo», cierra Gray.