Uno de los hombres que se robó el corazón de la princesa Diana y del que muy pocos saben fue el artista Oliver Hoare, quien lamentablemente falleció el pasado martes en Francia a los 73 años por cáncer.
Diana y Oliver se conocieron cuando la princesa tenía 24 años, en una fiesta celebrada en el castillo de Windsor, en 1985, con motivo de las carreras de caballos del hipódromo de Ascot y fue ahí cuando Lady Di quedó impresionada con su color moreno, bronceado, y su simpatía natural.
La ‘Princesa del pueblo’ soñaba con abandonarlo todo y huir con este hombre, que era 16 años mayor que ella. Incluso llegó a planear una ruptura simultánea de sus respectivos matrimonios con la que entonces era su cuñada, Sarah Ferguson, la duquesa de York.
Ambas utilizaban un nombre clave para referirse al galerista: Tregunter Road, la calle donde Hoare y su mujer residían en el lujoso barrio londinense de Chelsea.
Sin embargo, el galerista nunca tuvo intención de abandonar a su mujer, y el idilio terminó al poco tiempo, en contra de la voluntad de Diana.
Oliver llegó a recibir en su domicilio hasta 300 llamadas anónimas e inquietantes. Sin mensajes. Solo silencio. La investigación policial rastreó las líneas telefónicas y el hilo llevó hasta algunos teléfonos móviles propiedad de Diana Spencer o a cabinas telefónicas cercanas al palacio de Kensington, su residencia oficial.
Por lo que decidió retirar la denuncia. En la famosa entrevista televisiva con Martin Bashir, Diana admitió a regañadientes que al menos había llamado a Hoare media docena de veces. El episodio dañó la reputación de la princesa, pero apenas rozó al galerista.
Hoare, a diferencia de otros hombres que pasaron por la vida de Diana de Gales, siempre utilizó la ironía para contestar a los múltiples rumores sobre su aventura extramarital. Negó los detalles, pero no el fondo de la historia.
