Aún no hay consenso científico. El impulso desmedido por tener sexo divide a los expertos en tres posibilidades: que sea un trastorno, una adicción o una simple excusa conveniente. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud dio el primer paso y la clasificó por primera vez como un desorden.
La legitimación, eso sí, llegó de manera sutil: en la última actualización de la Clasificación Internacional de Enfermedades, se añadió al «trastorno de comportamiento sexual compulsivo» dentro de los desordenes de control de impulsos.
«Se caracteriza por un patrón persistente de falla para controlar los impulsos sexuales intensos que resultan en un comportamiento sexual repetitivo (…) y lleva a una conducta sexual continuada a pesar de las consecuencias adversas de obtener poca o ninguna satisfacción de ella», explica el documento.
La OMS evito mayor polémica con la comunidad médica y no quiso equiparar al trastorno con las adicciones a las drogas o el alcohol. Sobre eso, dicen, aún falta evidencia e investigación. «De manera moderada, no consideramos que sea equivalente a lo que ocurre con la heroína», agrega Geoffrey Reed, experto de la entidad.
El debate
El término «adicción al sexo» se le atribuye muchas veces al doctor Patrick Carnes, un norteamericano que fundó una clínica especializada sobre el tema en medio del desierto de Arizona. Allí, de hecho, terminó en septiembre el productor de Hollywood Harvey Weinstein y el actor Kevin Spacey, ambos involucrados en ruidosos casos de agresiones sexuales.
Pese a la alta connotación, son varias las agrupaciones de médicos que cuestionan su existencia. Un estudio europeo de 2014 arrojó que la actividad cerebral de un grupo de personas que se definía como «adictos al sexo» era similar a los drogadictos que tenían cocaína frente a sus ojos, solo que ellos reaccionaban así frente a la pornografía. Se definió como la primera evidencia concreta.
Por la otra vereda, David Ley, médico británico creador del libro «El mito sobre la adicción sexual», desestima esos resultados. «(El trastorno) está basado en valores morales de lo que es el sexo saludable. Equiparar el sexo o la masturbación al alcohol y las drogas es absurdo», enfatizó para la BBC.
En Chile la discusión es similar. «Esto aún es objeto de controversia», afirma la psiquiatra María Soledad Calvo de la Clínica MEDS. Según relata la doctora, a su consulta se han multiplicado los pacientes con problemas en relación al deseo sexual.
«Lo que aún no se sabe es si se trata de un síntoma inespecífico de otra patología, algo independiente o el reflejo patológico de un evento traumático», opina.
El fácil acceso a la pornografía y la práctica sexual, comenta la psiquiatra, serían las explicaciones de su prevalencia. Aunque aclara: «Aún no es una enfermedad como tal, sigue sin estar en el manual diagnóstico de trastornos mentales. Lo que sí es cierto, es que quienes padecen deseos compulsivos por el sexo o la masturbación presentan componentes obsesivos compulsivos, por una parte, y de adicción», cierra Calvo.
A la fecha, padecer una adicción al sexo, como han acusado estrellas como Hugh Jackman, Britney Spears y Michael Douglas, sigue siendo un diagnóstico informal.