Emotivo fue el ingreso del Papa Francisco al Centro Penitenciario Femenenino de Santiago. Pasó por un pasillo rodeado de las reclusas. Muchas de ellas lo esperaban con sus hijos e hijas en los brazos.
Todos niños y niñas menores de dos años, la edad máxima hasta la que pueden vivir con sus madres en el centro penitenciario.
El Papa Francisco se acercó cariñosamente a ellas y a los pequeños. Una vez sobre el escenario preprado por la Pastoral Carcelaria, Luis Robledo (Sj.) capellán nacional de gendarmeria le dijo «Santo Padre, bienvenido a su casa».
La realidad carcelaria
Luego fue el turno de hablar de la hermana Nelly León, capellana de la cárcel de mujeres de San Joaquín y quien convive con ellas día a día.
«En este gimnasio somos un poco más de 400 mujeres, pero representan a más de 50.000 hombes y mujeres pobres privados de libertad», señaló agregando que «lamentablemente en Chile se encarcela la pobreza».
Tras los polémicos dichos de León fue el turno para hablar de Janet Zurita. La joven es una reclusa condenada por tráfico de drogas, que actualmente se encuentra estudiando y estaría próxima a salir.
Una petición especial
«Este lugar es muy ingrato, nadie llega acá, más que las madres, hijos y uno que otro esposo», señaló destacando la importancia para ellas de los programas y espacios de fe.
«Se sufre y aún más fuerte es el dolor por estar lejos de los hijos. Lametablemente muchos quedan solos, los más afortunados al cuidado de su abuela, otros a su suerte y otros en el Sename. Todos sabemos lo que ocurre adentro de esos centros», continuó Janet.
Tomando la palabra, la jóven le hizo una petición directa al Sumo Pontífice: «Interced para que la justicia modifique las condenas de quienes somos madres de menores de edad». Agregó además que pedía perdón «a todas las personas que hemos dañado con nuestros delitos».
«Nadie está libre de pecados»
De hecho, en el momento en que el Papa Francisco tomó la palabra, destacó la valentía de la joven. Para él, sus palabras fueron «un valiente pedido de perdon». «Cuanto tenemos que aprender de esa actitud tuya tan llena de coraje y de verdad. Todos tenemos que pedir perdon, eso nos humaniza», continuó Francisco.
«Se me viene al corazón la frase de Jesus, de que aquél que no tenga pecado, que lance la primera piedra», agregó el Papa contando la anecdota de que a veces pregunta en los sermones si es que hay personas libres de pecado. «Y ninguno se anima a levantar la mano», señaló sonriendo en un tono cercano.
Cercano, pero crítico
El Papa fue muy cercano durante su intervención en la cárcel de mujeres. Cercano, pero crítico a la vez. Destacó la importancia de las mujeres y su capacidad de ser madre. Alabó la vida y señaló que es un vínculo que debe respetarse. Así como la dignidad de las personas.
«Nadie puede ser privado de la dignidad. Ustedes están privadas de libertad, de ahí que sea importante luchar contra todo tipo de etiqueta que diga que no se puede cambiar, o que no vale la pena, o que todo da lo mismo», prosiguió.
Un tango como cita
Fue en ese momento en que, fiel a su estilo cercano, el Papa sorprendió a los presentes al recitar parte de un conocido tango argentino. “Como dice el tango argentino, ‘Dale que va que todo es igual, que allá en el horno nos vamos a encontrar’. No, no es todo lo mismo”, comentó, generando sonrisas y aplausos en el recinto.
La cita correspondía a la canción “Cambalache”, tango argentino compuesto en 1934 por Enrique Santos Discépolo y que denuncia en su letra a los males de la sociedad trasandina de aquella época. Algo que tenía lógica con lo que sería el restp de su discurso.
Mirar hacia el futuro
“Queridas hermanas, todo no da lo mismo, cada esfuerzo que se haga por luchar por un mañana mejor, aunque muchas veces pareciera que cae en saco roto, siempre dará fruto y se verá recompensado”, agregó.
El Papa destacó la importancia de la dignidad, pero también el rol de la sociedad en la reinserción de aquellas personas que hoy se encuentran tras las rejas. Para Francisco, ninguna persona debe ser degradado a la condicíon de cosa o de un número de reclusión.
Dignidad vs libertad
«Ninguno de nosotros somos cosas, somos personas y como personas tenemos esa dimensión de esperanza. No nos dejemos cosificar, no somos cosas, no soy el detenido numero tal. Soy fulano de tal», señaló enfáticamente.
«Estar privadas de la libertad, como bien nos decia Janet, no es sinónimo de pérdida de sueños y esperanzas. Es muy duro, es doloroso, pero no quiere decir perder la esperanza ni dejar de soñar», señaló el Sumo Pontífice.