Se puede notar en la calle. La inmigración es un fenómeno cada vez más consolidado en nuestro país. Pese a ello, la cantidad de extranjeros ocupando algún puesto de trabajo es aún ínfima.
De acuerdo a datos de Clapes UC en base a información del INE, si consideramos el periodo julio – septiembre de este año, el número de inmigrantes que es parte del mercado laboral chileno solo representa el 2,3%. De todas formas hay un dato que alerta sobre la calidad de trabajo que están desempeñando éstos.
Del total de trabajadores, 19% sufre de subempleo, es decir, de trabajar en algo que no está al nivel de sus expectativas o es precario. Pero, solo considerando a los extranjeros, el 59,9% de ellos está haciendo labores por debajo de sus competencias o conocimientos, 6,1 puntos más que en el caso de los nacionales.
“A pesar de que las cifras como las de la encuesta Casen muestran que la población inmigrante tiene una estructura más educada que la población nativa (chilena) los inmigrantes tienen menores grados de inserción en empleos de alta calificación”, sostiene Juan Bravo, investigador de Clapes UC, quien alerta que “llegan personas que podrían aportar al país su capital humano, pero están en empleos que no se los permiten”.
En ese sentido, Yamil Musa Iratzagorria, directora Administración Pública de la Universidad San Sebastián, indica, por ejemplo, que “la creciente migración venezolana es altamente calificada”, mientras que “otras como la haitiana tiene más problemas con la certificación de sus estudios previos”.
Al respecto, Bravo afirma que una de las causas principales que generan este fenómeno es precisamente la enorme dificultad que enfrentan los inmigrantes para demostrar sus conocimientos.
“Efectivamente, uno de los elementos que contribuye a dicha situación es el proceso de validación de títulos, que puede ser un trámite muy engorroso. En este sentido, resulta necesario ampliar la atribución de reconocimiento a otras universidades”, dice Bravo, responsabilidad que hoy solo radica en la Universidad de Chile.
“Efectivamente, uno de los elementos que contribuye a dicha situación es el proceso de validación de títulos, que puede ser un trámite muy engorroso. En este sentido, resulta necesario ampliar la atribución de reconocimiento a otras universidades”, dice Bravo, responsabilidad que hoy solo radica en la Universidad de Chile.
Otro motivo responde a que hay trabajos que simplemente los chilenos ya no quieren hacer. “El caso del servicio doméstico puertas adentro es un ejemplo bastante claro”, subraya el experto. Y añade que esto se refleja aún más entre la población más joven.
“Si nos enfocamos en el segmento de 15 a 34 años solamente, vemos que el 72,1% es desarrollado por inmigrantes. Es decir, las nuevas generaciones de chilenos ya no están disponibles a ejercer cierto tipo de empleos”, recalca.
¿Podría llegar a perjudicar al trabajador chileno?
En no pocos chilenos existe la inquietud de que los extranjeros vienen a quitarles los empleos, pero según las cifras, esto está lejos de ser cierto.
Con menos del 3% de inmigrantes trabajando en Chile esa posibilidad es remota, pero Bravo indica que “umbrales del 10% podrían generar efectos perniciosos”.
Al respecto, al hacer un análisis regional, los datos de Clapes UC dan cuenta que en las regiones del norte se está cerca de llegar a ese número: En Tarapacá alcanza el 9,7% y en Arica y Parinacota el 8%. Aún así, para Bravo, con esas cifras “en esas zonas específicas existe una duda razonable de que existan dichos efectos perniciosos. Eso requiere nuevos estudios empíricos que nos ayuden a resolver si eso es así”, aunque reconoce que “da una nota de cautela”.
A su vez, la académica de la USS pone otro elemento sobre la mesa: los pocos niños que están naciendo. “La taza mínima de hijos por mujer para mantener constante la población es de 2,1, en Chile esta taza está en 1,8”, por ello subraya que “necesitamos la migración”.