Fidel Castro supo mantener durante su medio siglo al frente de Cuba un férreo dominio del poder, que sólo estuvo dispuesto a dejar en las manos de su hermano cuando, según él mismo admitió en 2006, la salud comenzó a fallarle.
Durante su larga carrera de gobernante todopoderoso, varios de sus compañeros de ruta fueron quedando en el camino en episodios que todavía hoy siguen rodeados de misterio. Algunos de ellos se cuentan entre los episodios más oscuros de la historia cubana contemporánea.
Huber Matos: Fue uno de los primeros integrantes del pequeño grupo que colaboró estrechamente con Castro en su aventura en Sierra Maestra, nacido en 1918, desde la victoria de 1959 ocupó cargos relevantes en el gobierno revolucionario, hasta que comenzaron sus discrepancias con el líder en el marco de la creciente deriva hacia el comunismo que mostraba el régimen a partir de sus primeros años.
Castro ordenó a otro revolucionario de la primera hora, Camilo Cienfuegos, el arresto del jefe disidente. Aunque Ernesto «Che» Guevara y Raúl Castro eran partidarios de fusilarlo, fue el propio Fidel quien optó por perdonarle la vida con el fin de no transformarlo en «mártir».
No obstante, Matos fue cruelmente torturado y permaneció 20 años en prisión, sin que múltiples pedidos internacionales consiguieran su libertad. Al cumplirse la condena en 1979, el guerrillero disidente fue puesto en un avión con destino a Costa Rica, donde comenzó su exilio.
Pese al recelo con que fue recibido por el exilio cubano, el ex comandante fue uno de los principales críticos desde el exterior del régimen castrista, y no ahorró cuestionamientos a quienes fueron sus compañeros en Cuba. «El Che fue un guerrillero mediocre», lanzó una vez, sin temor a desmitificar a una de las figuras más carismáticas de la revolución.
«Fidel Castro ha hecho más daño a los cubanos que Stalin a los rusos» era otra de sus frases para lapidar al régimen. También consideraba que la admiración que el dictador cubano recibía en distintos círculos del extranjero era «una demostración de la ignorancia total de la realidad cubana» que, según él, reinaba en gran parte del mundo.
Matos falleció en febrero de 2014. Antes había pedido ser sepultado en Costa Rica, a la espera de que sus restos fueran repatriados a Cuba «cuando sea libre».
El misterio de Camilo Cienfuegos: La lealtad que este mítico jefe de la guerrilla, caracterizado por su célebre sombrero de ala ancha que lo distinguía de las boinas usadas por sus compañeros, mostraba hacia Castro, no le ahorró sospechas. El «Comandante del Pueblo» o el «Héroe de Sombrero Alón», como era conocido, comenzó a despertar los celos de quien encabezaba el proceso, según han confidenciado algunos de quienes vivieron esa época.
En octubre de 1959, apenas diez meses después del triunfo revolucionario y sólo unos días después del arresto de Huber Matos, Cienfuegos desapareció mientras realizaba un vuelo en un bimotor Cessna que pertenecía a las fuerzas cubanas. El hecho estuvo desde el principio rodeado de misterio: no aparecieron restos del comandante o el avión, y pese a que se mencionaron supuestas dificultades meteorológicas, no quedó registro confiable de ellas.
Fidel Castro organizó prolongados homenajes a la figura del jefe guerrillero, algunas de las cuales se extienden incluso hasta hoy en los aniversarios de su misteriosa desaparición, cuando los escolares cubanos arrojan flores al mar. Años después, varias personas ligadas a Cienfuegos o que hicieron afirmaciones relacionadas con el hecho murieron, como el comandante Cristino Naranjo, uno de sus amigos cercanos y quien intentó iniciar una investigación sobre el caso: fue acribillado fuera de un campamento, supuestamente porque no se identificó adecuadamente. Quien ordenó esta última acción fue posteriormente ejecutado luego de intentar, según se dijo, un alzamiento en Sierra Maestra.
Entre el exilio cubano circularon durante años versiones sobre un supuesto derribo del avión que tripulaba Cienfuegos, las que nunca han sido verificadas.
Arnaldo Ochoa: Muchas décadas después, con Castro consolidado en el poder y con nuevas generaciones de revolucionarios ingresando a los pasillos del poder, otra figura carismática sufrió una brusca caída. El general de División Arnaldo Ochoa, considerado en su tiempo un héroe que participó en acciones que incluyeron el rechazo al desembarco en Bahía de Cochinos a las intervenciones cubanas en Angola y Etiopía, fue súbitamente puesto bajo arresto, acusado de participar en una trama de narcotráfico que incluía, según la versión oficial, a miembros del entonces poderoso Cartel de Medellín colombiano.
En junio de 1989 fue juzgado en un proceso que fue transmitido por TV, en un intento de mostrar al mundo el funcionamento de la «justicia revolucionaria». Como un extraño y siniestro eco de los célebres juicios orquestados por Stalin en la Unión Soviética de los años 30, Ochoa se autoinculpó públicamente y pidió para sí mismo la pena de muerte: un mes después fue fusilado en La Habana. «Aunque me condenan a la pena capital, la revolución actúa siempre con justeza», dijo antes de su ejecución.
Versiones contenidas en el exilio cubano y en investigaciones periodísticas sugieren la vinculación entre altos cargos del régimen cubano y operaciones de tráfico de drogas, con Cuba como trampolín entre Colombia y EEUU, destinadas a financiar la costosa aventura militar africana, entre otras maniobras con «dinero sucio» destinadas al mismo fin.
«Benigno», Dariel Alarcón Ramírez, uno de los ex compañeros del «Che» en Bolivia que se exilió en Francia en 1994, confidenció en un libro que en su tiempo los altos oficiales cubanos rumoreaban que el juicio contra Ochoa buscaba «sacar a Fidel del atolladero» después de la DEA estadounidense conoció detalles de la supuesta operación con el Cartel de Medellín.
El Gobierno cubano mantiene hasta hoy que la operación para transportar seis toneladas de cocaína hacia EEUU fue orquestada exclusivamente por el grupo de oficiales del Ministerio del Interior, sin conocimiento de sus superiores, lo que constituyó «traición a la patria».
En una singular intervención pública tras el juicio, Castro descalificó e insultó al antiguo héroe de la revolución
El periodista José Manuel Martín Medem, autor del libro «El secreto mejor guardado de Fidel», ha hecho notar que el tribunal cubano finalmente no pudo comprobar que Ochoa realizara ninguna operación de narcotráfico, aunque sí se lo acusó de intentar un contacto personal con el líder del cartel colombiano, Pablo Escobar.
Las sospechas en este ámbito apuntan a la relación entre el general caído en desgracia y las tendencias de renovación marcadas por la perestroika en la entonces Unión Soviética, así como la intención de impulsar reformas en Cuba. «Nadie ha demostrado que Ochoa pensase en un golpe de Estado, pero resulta indiscutible que él estaba muy molesto con las políticas de Fidel», aseveró.
Antonio «Tony» de la Guardia: El carismático coronel de Tropas Especiales también fue involucrado en el caso que terminó en el juicio de 1989. La hija del oficial, Ileana de la Guardia, aseguró después que el propio Fidel Castro le había prometido a su padre que no habría fusilamientos si asumía toda la responsabilidad por el episodio de narcotráfico, y que luego no cumplió su palabra.
Quien fue responsable de arriesgadas misiones de inteligencia en África y Sudamérica fue ejecutado junto a Ochoa, Amado Padrón y Jorge Martínez.
«Se trató de un juicio sin las garantías legales y sin asesoría legal, donde sus abogados eran de oficio y, en realidad, miembros de las oficinas de la inteligencia y la contrainteligencia» cubanas, declaró Ileana en 2001.
Entre las múltiples misiones que De la Guardia cumplió durante su carrera, una está directamente relacionada con Chile: viajó al país durante el gobierno de Salvador Allende con el fin de colaborar en medidas de seguridad. Mucho más tarde le correspondieron tareas para burlar el bloqueo estadounidense e ingresar tecnología y material médico clave a Cuba a través del trabajo con «lancheros», quienes efectuaban acciones marítimas clandestinas con ese fin.
El hermano gemelo del coronel, Patricio de la Guardia, también estuvo en Chile antes de 1973. En 1989 fue involucrado en el juicio por narcotráfico, pero en su caso la condena fue a 30 años de prisión, seguida por un período de libertad vigilada en Cuba.