La mitad de los chilenos quieren ser sepultados al morir, aunque la cremación ha ganado adeptos y alcanza ya a un tercio del total, según un estudio publicado hoy en el país austral, donde cientos de miles de personas colman los cementerios visitando las tumbas de sus difuntos.
Un 42 % aún no ha decidido el destino de sus restos, pero entre el 50 % de quienes sí lo han hecho, solo un 56 % quieren ser sepultados en un ataúd y un 40 % en un ánfora después de ser incinerados.
Las cifras revelan que la ciudadanía no se ha alejado de los ritos más tradicionales a la hora de perder a un ser querido, según los autores de la VII Edición del «Estudio de la Muerte», realizada por el Instituto de Sociología de la Universidad Católica y el Parque del Recuerdo, uno de los principales cementerios privados de Chile.
El estudio consideró 1.005 entrevistas a mayores de 18 años en las ciudades de Coquimbo, Santiago, Valparaíso y Concepción, de las que el 58 % dijeron ser católicas, un 13 % evangélicas, un 6 % a otras y un 23 % señaló no pertenecer a ninguna religión.
También a un 27 % de los chilenos les importa si un cementerio está cerca de la vivienda que desean comprar, lo que se explica porque «la muerte suscita algún temor todavía», según Eduardo Valenzuela, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica.
«En las poblaciones existen creencias vinculadas a la intranquilidad de los espíritus y al bienestar de los muertos. Un cementerio demasiado cerca recuerda tu finitud patentemente y la gente trata de evitar un poco esa posibilidad», precisó.
Según el informe, en esta fecha los chilenos piensan más en la muerte y un 40 % acude a los cementerios para visitar a un familiar fallecido, mientras que un 60 % de la población lo hace al menos una vez al año.
En promedio los mayores de 55 años aseguran no temer a la muerte, pero ese sentimiento recae en sus cercanos: «Un 90 por ciento de los chilenos teme a la muerte de un hijo, un 80 por ciento a la de su pareja, mientras que un 70 por ciento al fallecimiento de sus padres», según el estudio.
En ese contexto, conversar sobre la muerte se ha extendido, aunque poco, entre los chilenos. En 2010 lo hacían un 19 % y hoy alcanzan al 23 %, mientras la proporción de quienes dicen pensar en la muerte va en ascenso ha pasado de un 21 a un 30 % en el período.
Para Eduardo Valenzuela, ello se debe a que la muerte es aún «un tabú en el mundo moderno, lo que responde a que hay ciertas cosas que se viven de manera más íntima y, por lo tanto, no se hablan. Es un tema que permanece excesivamente en la escena privada».
En ese contexto, un 57 % de los chilenos «pocas veces» hablan sobre la muerte y un 20 % no lo hace nunca.
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