Ya se ha dicho que es más fácil iniciar una guerra que terminarla. El acierto es ratificado tras más de medio siglo de lucha entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y el Estado. El presidente Juan Manuel Santos no exageró este miércoles al sentenciar: “Hoy comienza el fin del sufrimiento». El mandatario abundó que se tenía “un acuerdo final, completo, definitivo, para poner fin al conflicto armado con las Farc”.
El 24 de agosto quedará en los anales históricos como el día en que concluyeron formalmente las hostilidades entre ambos bandos. Por Bogotá pasaron siete gobiernos. Algunos intentaron y fracasaron en sus intentos por desmovilizar a una guerrilla que fue una protagonista central de la vida política del país. La lucha fratricida dejó 220 mil muertos a lo largo de 52 años.
Tras cuatro laboriosos años de negociaciones en La Habana se concluyó que las Farc entregarán sus armas a Naciones Unidas en un plazo de seis meses. Uno de los temas más complejos es el de la llamada Justicia Especial para la Paz. Los que sean sancionados sufrirán restricciones a su libertad. Las condenas serán servidas en campos de detención especiales. Este punto de los acuerdos es el que suscita mayor rechazo. El ex presidente Álvaro Uribe encabeza a los partidarios de rechazar el acuerdo.
En un plano más favorable a las Farc el gobierno asumió el compromiso de realizar inversiones sustantivas en regiones rurales. El objetivo es superar la pobreza y la violencia que ha sufrido el campesinado y asegurar que los cinco millones de desplazados puedan volver a sus hogares.
Una vez que los guerrilleros hayan abandonado sus uniformes y constituyan un partido político tendrán asegurada una representación parlamentaria, por dos períodos, a través de cinco senadores y cinco representantes a la Cámara.
La lucha política y parlamentaria es un escenario muy diferente al que están acostumbrados los guerreros de selvas y remotas montañas. El mayor reto será preservar su unidad de propósitos y eludir los atentados contra sus vidas. Esto porque en esfuerzos de integración anteriores los guerrilleros desmovilizados fueron diezmados. En esta oportunidad han pedido la protección activa de su gran enemigo: las fuerzas armadas.
El camino no está recorrido hasta que se da el último paso. Pese a los formidables avances logrados todavía se vislumbran nubarrones. Está pendiente una gran conferencia de las Farc que debe ratificar el acuerdo. Otra interrogante es cuál será el resultado del plebiscito que consultará a la ciudadanía si está a favor o en contra del acuerdo.
Entre el Sí y el No
Los colombianos tendrán, como corresponde, la última palabra sobre el acuerdo de paz. La papeleta del plebiscito, que se realizará el 2 de octubre, tendrá dos opciones. Sí para la aceptación del acuerdo suscrito por la Farc y el gobierno. Un No indicará el rechazo. La última encuesta realizada para el periódico El Tiempo y La W Radio es estrecho: 32,1 por ciento de los encuestados está a favor del Sí contra 29,9 que prefiere el No, con un alto porcentaje de abstenciones.
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