Turquía es un país influyente. Su postura es clave en todo el Medio Oriente y gravita de manera decisiva en la guerra siria que ya cumple cinco años. Desde un comienzo Turquía apoyó a los rebeldes que combaten contra el gobierno del presidente Bashar-al-Assad. En esta trinchera colaboró con Estados Unidos y Arabia Saudita. Una consecuencia del conflicto es el desplazamiento masivo de sirios de los cuales unos cuatro millones están refugiados en Turquía. Más de un millón han buscado asilo en diversos países de la Unión Europea (UE) y en Alemania en particular.
Las cosas dieron un giro drástico el 15 de julio, con el fallido golpe de Estado militar contra el presidente Recep Tayyip Erdogan. Ankara no vaciló en culpar al clérigo musulmán Fetullá Güllen, un antiguo aliado de Erdogan, de ser la eminencia gris tras la asonada. Más aún, el gobierno está convencido que Estados Unidos respaldó a los golpistas.
Sin perder un minuto, Erdogan lanzó una purga masiva contra un amplio espectro de opositores. A la cabeza de los arrestos están los seguidores de Güllen. La enorme movilización antigolpista ha permitido además una dura represión a las organizaciones kurdas que nada tienen de gullenistas. También están tras las rejas numerosos periodistas e intelectuales progresistas. Las cosas pueden empeorar.
Erdogan es partidario de reinstalar la pena de muerte en el país para castigar a los responsables del golpe. Dado que tiene una mayoría en el Parlamento es posible que logre imponer la pena máxima abolida en 1984.
Las violaciones masivas a los derechos humanos y la libertad de expresión han provocado tímidas protestas internacionales. La UE teme que una fricción mayor con el gobierno turco puede llevarlo a abrir, de par en par, las compuertas para los refugiados que deseen partir a Europa. El acuerdo en vigor estipula que la UE aporte miles de millones de euros para mantener en suelo turco a los buscadores de asilo.
Lo más sorprendente de la zigzagueante política turca es el reciente acercamiento a Moscú. Las relaciones entre ambos países estaban congeladas luego del derribo de un avión militar ruso, el 24 de noviembre del año pasado, que según Ankara volaba sobre su territorio.
El encuentro entre el presidente ruso Vladimir Putin y Erdogan abre interrogantes. ¿Turquía cambiará de bando en la guerra en Siria? Erdogan tiene previsto un encuentro con el presidente Hassan Rouhani de Irán, que es el mayor aliado del régimen de Assad. Podría tratarse de una maniobra táctica para fortalecer su posición negociadora frente a Washington y la UE para que no interfieran en su política represiva doméstica. Es algo que está por verse. Pero desde ya se aprecia un cambio en el alineamiento de las fuerzas en el Medio Oriente.
El asalto a la prensa
Ciento treinta y un medios de comunicación han sido clausurados. Ninguna categoría está excluida de los cierres donde se cuentan diarios, radios, canales de televisión, revistas y casas editoriales. La acusación genérica es que responden al gullenismo o que apoyaron el golpe de Estado. En rigor, el cierre de medios y el acoso a periodistas independientes comenzó bastante antes del fallido golpe.
De acuerdo a la organización Reporteros sin Fronteras, que monitorea la libertad de prensa en el mundo, Turquía está relegada a los peldaños más bajos, situándose en el lugar 151.
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