Para empezar, el título me parece escandaloso desde ya.
Hace poco aparece en la revista Capital una entrevista a uno de los biólogos chilenos más relevantes de nuestros tiempos, Humberto Maturana, quien, algo molesto, se desentiende de los modelos de coaching que sus discípulos -Fernando Flores, Rafael Echeverría y Julio Olalla- desarrollan a partir de conceptualizaciones no-utilitaristas, esto es, de observaciones estrictamente filosóficas del científico. El problema es que estos últimos se solazan en las enseñanzas de Maturana para conferirle “prestigio” al método con la ropa prestada del biólogo. Éste refiere: “Muchos venden sus propios servicios de coaching ‘basados en la teoría del lenguaje del doctor Maturana’”.
Humberto Maturana no se calienta la cabeza. Simplemente aclara que sus enseñanzas no tienen nada que ver con el coaching, que estos modelos tienen algo de conspirativo y manipulador, y que sus discípulos han tomado conocimientos que han desnaturalizado al llevarlos a la práctica con intereses gananciales, con “un toque empresarial”. A mí me parecen no sólo conspirativos y manipuladores, sino que patéticos e indignos en la práctica.
Maturana plantea que la pomada (palabras mías) que estos señores ofrecen es una suerte de integración de aprendizajes de sus profesores ingleses (coach), con la idea de “actos de habla”, elaborada por el científico. Le llaman: “Coaching ontológico”.
¿¡Qué!?
Ontología en Wikipedia: “La ontología (del griego οντος ‘del ente’, genitivo del participio del verbo εἰμί ‘ser, estar’; y λóγος ‘ciencia, estudio, teoría’) es una rama de la metafísica que estudia lo que hay […]”. O sea, estudia al Ser inmutable o Devenir, aquello en común al ente que le trasciende, que no se ve (meta-física, significando aquello que está más allá de lo físico observable)… Ya se empieza a oler y apreciar la magnitud del queso en el que nos estamos metiendo.
En una breve y hermosa lectura, “La serenidad ante las cosas”, Heidegger distingue entre el pensar calculador y la meditación reflexiva; el primero es utilitarista; la segunda, contemplativa. “[…] La Actitud en virtud de la cual nos mantenemos abiertos al sentido oculto en el mundo técnico la nombro yo apertura al misterio […]”. El filósofo advierte allí que el gran riesgo del ser humano no es una tercera guerra que acabe con el hombre, sino su indiferencia ante el meditar…
Pues bien, los “coachers” lograron despojar lo misterioso de su velo y argamasarlo con aquello carente de misterio para crear una pegotina de producto, una verdadera “pomada metafísica”, sea lo que sea lo que esto signifique.
En The Clinic aparecen luego, en una carta abierta a Maturana, los descargos del sentidísimo Echevarría con su maestro. Si quiere de verdad reír, no se la pierda.
Algunas perlas: comienza con “Desde el respeto…”; y sigue: “Humberto señala que mi libro Ontología del lenguaje se habría basado en las ideas que él expresara en esa entrevista de 1996. Ello es falso…”; “… Se cuenta que Tales de Mileto se habría caído en un hoyo mientras caminaba observando las estrellas. Esa es quizás la primera lección práctica de filosofía en la historia de la Humanidad. Es conveniente aprender de ella…”; “… Confieso que a veces me asusta percibir que se puede transitar tan fácilmente de la biología del amor a una ética de la odiosidad”. Y termina la épica con: “Opto por dar vuelta la página”.
Pero eso no ha ocurrido. Me consta.
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