La semana pasada, una amiga me contó que habían echado a una compañera de trabajo. No llevaba ni dos meses, pero no tuvo “feeling” con la jefa y ésta decidió despedirla. Estaban todos descolocados y yo, sin conocer a nadie, también, porque consideraba que era muy poco tiempo para una determinación tan drástica. Al ratito, caí con que yo estaba escribiendo sobre la continuidad o no como DT de la UC de Poyet, quien acababa de cumplir en el cargo… 60 días.
Tras la desastrosa derrota ante Melipilla, la atención del medio futbolero se concentró en el uruguayo, dejando en segundo plano por un rato el posible sobre azul que ronda a Dudamel en la “U”. Era más llamativo lo de Cruzados, que suele tenerles más paciencia a sus entrenadores que las concesionarias archirrivales.
En el fútbol de hoy, durante el fin de semana se ven los partidos y de lunes a viernes se habla de los técnicos que se van o se deberían ir, tanto a nivel de hinchas como de medios, que intentamos reflejar el sentir de los primeros. A veces, incluso, se pide la cabeza de un DT sin siquiera haber debutado por los puntos, como le pasó a Rueda.
Más allá de un juicio ético, lo claro es que acá no existen los dueños de la verdad. La pelota nos demuestra una y otra vez que nadie tiene la fórmula infalible, que echar o aguantar a un entrenador puede ser bueno o malo.
La Champions actual es el mejor ejemplo. Guardiola está en su quinta temporada en el Manchester City y en las cuatro anteriores no había podido ni llegar a unas semifinales, pero lo mantuvieron y está a un triunfo de conseguir el gran objetivo del club.
El otro finalista no veía una con un ídolo como Lampard y lo despidió en enero. Llegó Tuchel, lo transformó en una maquinita y el Chelsea podría levantar su segunda “Orejona”, en una campaña que pintaba para el olvido.
Ahora, aquí y en Europa, los DTs saben las reglas del juego, por eso cobran lo que cobran. Y, por eso mismo, dejen de echarles la culpa a los periodistas cuando les preguntan por qué sus equipos juegan tan mal, porque no hay que ser técnico o haber sido futbolista para darse cuenta.