La semana pasada, tras el gallito protagonizado por el Gobierno y las barras bravas, avisaba en este espacio que todavía faltaba el show de los dirigentes. Tenía una mínima esperanza de que, dados los días que se viven en el país, por primera vez pensaran con la mano en el corazón y no en el bolsillo, pero nuevamente demostraron no estar a la altura de los tiempos.
Luego de dar por cerrados los campeonatos, era de toda lógica suprimir los descensos y que ascendieran dos equipos de la Primera B, pero los presidentes decidieron dejar todo como estaba y perjudicar, principalmente, a Santiago Wanderers. Claro, había que repartir el botín entre más clubes, lo cual también impidió que subiera San Marcos desde la Segunda División.
En resumen, todo lo que pasó en este 2019 en la categoría de plata del fútbol chileno, con la poca solidaridad de algunos involucrados en ella, quedó en nada, más allá de los paliativos menores de coeficiente de rendimiento y tres ascensos en el 2020. Así, por ejemplo, podría haber quejas al Sernac por haber pagado por un espectáculo que no ofreció lo prometido, ya que, en definitiva, los hinchas presenciaron partidos amistosos durante toda la temporada.
Punto aparte para la impresentable propuesta de José Luis Navarrete, timonel de Azul Azul, de cerrar el torneo, pero sí seguir con la Copa Chile como sea para aspirar a clasificar a la Libertadores. Que no se les olvide: gracias al estallido social, la U se salvó de un descenso que se veía cada día más cerca, así que mejor quédese calladito y empiece a pensar en cómo revertir este bochorno el próximo año.
Todo lo contrario de Juan Tagle, mandamás de Cruzados, quien pudo votar por bajar la cortina, evitarse el «cacho» de jugar seis fechas complejas para un equipo grande y recibir legítimamente la copa, pero siempre abogó para que volviera la actividad y así no dejarse vencer por los violentos. Por algo la Cato es por paliza el club más ganador del último lustro.
Además, la UC votó para que los caturros fueran declarados campeones, pero su postura fue minoritaria. Por eso, no le pidamos peras al olmo, o sea, que piensen como hermanos a «32 hijos únicos, cada uno quiere todo para él», como definió al Consejo de Presidentes uno de sus integrantes en estas páginas.
Con este tipo de dirigente, estamos en la B, como el Wander.