Hace cuatro años era el partido del siglo, el más importante de la historia de la selección chilena, tenía la oportunidad de ganar por primera vez un título y junto a su gente, en un estadio cargado de historia, ante un equipo que siempre la mira en menos, y logró el objetivo, al derrotar a Argentina para levantar la Copa América.
Un año después el panorama se repitió, pero en Estados Unidos, donde la Generación Dorada repitió la dosis y en los penales otra vez le quitó la corona al supuesto (para mí está en duda, porque considero más completo a Cristiano Ronaldo, pero esa es otra discusión) mejor jugador del mundo: Lionel Messi.
Ahora en 2019 el panorama pudo ser el mismo, pero Brasil y Perú dijeron lo contrario. Ellos jugarán la final del Maracaná, y Argentina con Chile se tiene que conformar por el bronce, en Sao Paulo, en el partido que nadie quiere jugar, el del tercer lugar.
Vidal dijo en caliente que el choque por el tercer lugar «no tiene ninguna importancia», quizá fue la rabia por haber perdido categóricamente el Clásico del Pacífico que llevó al volante decir eso, pero si bien en el fondo tiene mucha razón, porque ser tercero es muy parecido a ser cuarto, el compromiso para un seleccionado como el chileno tiene una gran preponderancia.
Seamos claros. Si bien las nuevas generaciones se acostumbraron a ver a una Selección ganadora, que propone fútbol de ataque, que llega a instancias definitivas, que juega Mundiales (clasificó por primera vez en la historia a dos consecutivos); la historia dice que Chile no pertenece a la élite, esa que en este lado del mundo es de los brasileños, argentinos y en tercer orden de los uruguayos. Por ende el choque del Arena Corinthians sí tiene un gran valor para el país.
El partido con los transandinos puede servir de cierta forma como un cierre para la Generación Dorada, con ello no digo que los «viejos estandartes» no deben volver, sino que deben tomar la definición por el bronce como una manera de terminar una década maravillosa, ojalá con la segunda victoria oficial ante Argentina. Sería lindo que ello ocurra, que este buen equipo que plantó Rueda en Brasil se vaya feliz, alegre, luego de hacer mucho más de los que los fanáticos y un sector de la prensa pensaba.
Si ser tercero es perder, como dice la canción ochentera, siempre quiero perder, porque estar siempre en semifinales de un torneo tan importante como la Copa América, no se da todos los años, y la Generación Dorada de la Roja lo logró en tres torneos consecutivos.