Les aclaro de inmediato, tengo un «problema» a la hora de escribir esta columna, porque les cuento de entrada que considero a Nicolás Massú como el mejor deportista chileno de todos los tiempos. Lo que hizo en Atenas nadie lo hará en el país, y quizá tampoco en el mundo. Luego de esa premisa, analizo lo ocurrido entre viernes y sábado en Salzburgo, donde el gran ganador fue el gran capitán.
La decisión que tomó el estratega chileno el sábado fue jugada, sacar a Jarry del dobles para concentrarse en su sencillo me parecía una locura, pensando en el bajo nivel que mostró Christian Garín el viernes ante Novak, ya que se jugaba «todo a los singles». Cuando vi el gran nivel de Barrios (que llevó la dupla ante la errática presentación de Podlipnik), me quedé más tranquilo y dije, «para qué cuestiono al que sabe», y seguí viendo la serie con mucho nerviosismo.
Consumada la ajustada derrota en el dobles y la dura victoria de Jarry ante el copero Novak, nuevamente empecé a cuestionar a Massú. «Por qué no se la juega con Barrios ante Rodionov, hizo un partidazo en el dobles y Garín anduvo muy bajo el viernes». No señor, Christian fue el elegido y como siempre el capitán no se equivocó.
Algo movió Massú en la cabeza de Garín, su punto más flaco, porque salió “hecho una fiera», se olvidó de sus derrotas anteriores en puntos clave y consiguió su victoria más importante jugando en la Davis, porque no sólo ganó él, ganó Jarry, ganó Podlipnik, ganó Barrios, ganó Peralta, ganó Ríos, ganó Aguilar, ganó el doctor Orizola, ganó el Yogurt de Mora, ganó Chile, ganó Nicolás Massú.
Chile tuvo una generación dorada con Ríos, González y Massú, pero algo le faltaba en la Copa Davis, ese «algo» ahora lo tiene, un capitán de verdad, un gran capitán, que no sólo arenga, sino que también analiza, trabaja, estudia, piensa, ejecuta y gana.
Ése es Nicolás Massú, el mejor deportista de todos los tiempos, y que va en camino (si es que ya no lo es) a ser el mejor capitán de Copa Davis chileno de la historia.