Por Javier Rios Rodríguez, enviado especial a Buenos Aires
Como si fuera una marea que se mueve silenciosa. Así se podía ver el movimiento de camarógrafos y periodistas en la práctica de la tarde de la selección argentina, todos enfocados en lo que hace el capitán Lionel Messi.
Bajo el implacable sol del complejo deportivo de Ezeiza, el jugador del Barcelona llegó bromeando con Ezequiel Lavezzi y Javier Mascherano, mientras el nuevo presidente de la Comisión de Selecciones Nacionales de Argentina, Marcelo Tinelli, y Javier Zanetti también lo observaban.
Es que el famoso presentador de televisión ya había almorzado con anterioridad con el mejor jugador del mundo, por eso la confianza al andar de los dos. Fue una comida de una hora en la que se comprometieron por el futuro del equipo y el fútbol argentino. Así de importante es Messi.
Aunque sólo hizo un par de juegos con la pelota, todas las cámaras de televisión se prendieron para hablar de su buen momento con el Barcelona y las ganas que tiene de ganarse el respeto de los hinchas argentinos, que esperan una revancha contra Chile tras las finales perdidas en las dos últimas Copa América.
Fanáticos que, pese al veto que tienen a la prensa y no haberlo escuchado hablando de la selección, de todas formas lo apoyan y lo acompañaron fuera del complejo, que está a por lo menos una hora del centro de la ciudad en la hora de mayor tráfico y que presentó una férrea protección policial.
Ni pensar estar cerca de sus ídolos, saludarlos o tocarlos porque está selección albiceleste, que tiene vetada a la prensa tras el triunfo contra Colombia en la última fecha clasificatoria, tiene garantizada por la AFA y el Gobierno una estricta seguridad que le permita estar tranquilos de cara al encuentro que se disputará el jueves a las 20:30 horas, en el Monumental de River Plate, y que tiene a los periodistas locales indignados por el silencio de los jugadores, pero a la espera de un resultado positivo.
